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Infojus Noticias

12-11-2015|19:03|Lesa Humanidad Nacionales
Fue fusilado en 1977

Di Toffino, el líder sindical que bailaba tango en La Perla

Tuvo un rol protagónico en el Cordobazo y sucedió a Agustín Tosco al frente de Luz y Fuerza en la resistencia. En una nueva audiencia del juicio, alegó la querella que representa a los hijos del dirigente. Según diversas pruebas, la empresa de energía eléctrica provincial en la que trabajaba colaboró con su entrega. “A mí me van a llevar al pozo con una sonrisa dibujada”, le había dicho a una detenida.

Por: Waldo Cebrero

En la Navidad de 1976, Susana Sastre y Tomás Di Toffino bailaron tango. Con las mejillas pegadas, se deslizaron sutiles, como flotando, por el piso mugriento de La Cuadra, el galpón donde alojaban a los prisioneros de La Perla. Los tangos los cantaba Horacio Dottori, otro de los detenidos. Los carceleros –que, por lo general, ni siquiera permitían que los presos hablaran–, los dejaron hacer.

“Quién iba a pensar que todavía me podía dar estos gustitos, eh”, dijo Di Toffino, aquella vez. Luego, habló al oído de Sastre: “Sé que es muy difícil pero tenés que pensar que la vida también tiene estos momentos en los que tenés que respirar por cada poro”.

Tomás era uno de los presos más grandes de La Perla. Tenía 37 años cuando fue secuestrado, el 30 de noviembre de 1976. Fue el dirigente que sucedió a Agustín Tosco en la resistencia, al frente del Sindicato de Luz y Fuerza de Córdoba. Por su rol protagónico en el Cordobazo, había pasado un tiempo detenido en Rawson. Para el carnaval de 1977, fue fusilado en inmediaciones de La Perla, junto con otras dos detenidas. Según testimonios de los sobrevivientes, Luciano Benjamín Menéndez presenció la ejecución.

Ayer, en la audiencia 281 del juicio La Perla –que lleva adelante el Tribunal Oral Federal N°1 de Córdoba–, la querellante de H.I.J.O.S. Liyan Luque alegó por su caso, incorporado en la causa “Chechi”. La organización representa a su esposa  Dalinda Olmos y a sus cuatro hijos: Hernán, Tomas, Silvia y Agustín, éste último actual presidente del Consejo Federal de Derechos Humanos de la Nación.

Complicidad empresaria

Tomás fue secuestrado cuando salía de su trabajo, la Empresa Provincial de Energía Eléctrica de Córdoba (EPEC), en pleno centro de la ciudad. Ese día, había cobrado su salario y lo llevaba en el bolsillo. Según explicó la abogada Lyllan Luque, “por las pruebas aportadas en el juicio, se inició una investigación para determinar el rol de EPEC en la desaparición de sus empleados”.

Di Toffino era un hombre de peso para los militares al mando de Luciano Benjamín Menéndez. En las fotos del velorio de Tosco, está marcado con un círculo. Todos los oficiales querían estar en su interrogatorio. Sin embargo, en el juicio, también quedó demostrado que el interés por eliminar a la resistencia sindical no era sólo de los cuadros militares.

En su declaración, Silvia Di Toffino, hija de Tomás, exhibió una carta escrita por Menéndez en la que define a José Luis Palazzo, gerente de EPEC, como “un luchador frontal contra los elementos comunistas que, en su oportunidad, infestaron nuestra provincia, en particular, la Empresa de Energía de Córdoba. Allí, en Epec, desactivó y desplazó a los seguidores, nada menos, que de Tosco”, escribió el jefe del Tercer Cuerpo del Ejército.

En el juicio, que ya lleva casi tres años, Silvia fue una de las primeras testigos. El 6 de abril de 2013, ante los jueces y los imputados, se preguntó: “¿Por qué luchaba mi papá? Luchaba para que no hubiera chicos pobres, para que todos pudieran ir a la escuela. Y eso sólo se entiende cuando hay amor. Mi papá, señores jueces, luchaba por los trabajadores”, agregó.

Di Toffino padre había ingresado a EPEC a los 14 años y, durante el Cordobazo, tuvo un rol protagónico junto a Agustín Tosco. En su sindicato fue Tribunal Paritario, Subsecretario Administrativo, Secretario Gremial y Secretario Adjunto y, tras la muerte de Tosco, asumió la resistencia con el sindicato intervenido, a fines de 1975. En aquel entonces, muchos decidieron abandonar el país. Él no. “Si el Gringo estuviera vivo, seguiría resistiendo”, decía. Se quedó en Córdoba y siguió haciendo su trabajo, hasta ese mediodía del 30 de noviembre, cuando una brigada del denominado Grupo de Operaciones Especiales (OP3) del Batallón de Inteligencia 141, lo trasladó, a los golpes, hasta La Perla.

Peón 4 Rey

En el Espacio para la Memoria que funciona en La Perla, hay un ajedrez cuyas piezas están construidas con miga de pan. Las negras están pintadas con lapicera. Las usaban Di Toffino y Héctor “el Ruso” Kunzman, para jugar en La Cuadra. “Bonyi” era el sobrenombre que Kunzman le puso a su amigo, por la historieta “Boogie, el aceitoso”.

“Originariamente, fue nuestra manera de comunicarnos y, para ello, ni la venda fue un impedimento. Él en su colchoneta, con su tablero de papel dibujado a mano y sus piezas de miga de pan cuyo autor ignoré siempre, y yo en la mía, con idénticos utensilios. Con los tableros separados por apenas 3 o 4 metros, pero en total silencio, nuestras manos dibujaban códigos inventados sobre la marcha que solamente él y yo (y a veces ninguno) entendíamos. Daba lo mismo. Lo realmente importante era nuestra comunicación y ese vuelo extraordinario que emprendíamos surcando las distancias y los tiempos”, escribió Kunzman en un texto que está junto al ajedrez.

Menéndez Benz

De acuerdo con los testimonios de los sobrevivientes, en enero de 1977, la elite del OP3 se tomó vacaciones y las sesiones de torturas disminuyeron. Los “traslados”, como se denominaba a las ejecuciones masivas de detenidos, habían cesado y La Perla seguía teniendo momentos absurdos, de risas en medio del dolor. Como aquel día de carnaval, en febrero, cuando los detenidos se trenzaron en una guerra de agua y –según relata Kunzman– Di Toffino no se la perdió.

El lunes 21 de febrero, junto a Juana Avendaño de Gómez y Graciela González de Jensen, fue sacado de La Cuadra y subido a un camión que era llamado, eufemísticamente, “Menéndez Benz” (tal esa su marca). La testigo Graciela Geuna declaró que ese día estuvo Menéndez “de botas de montar y fusta”, en La Perla, y se cree que presenció el fusilamiento.

El traslado de Di Toffino marcó una época en el campo de concentración. Dejaron de hacerse traslados “a camión lleno” y comenzaron a ejecutar a los detenidos de a tríos, en un pacto de sangre del que participaban todos los integrantes del OP3.

Una sonrisa puesta

El 24 de diciembre de 1976 había arrancado con mucho calor y una muerte. Erminia Falik, obrera y sindicalista del gremio del calzado, no soportó la sesión de tortura y falleció. La noticia llegó a La Cuadra y entristeció a sus compañeros. A la noche, cuando bailaban, Di Toffino le confesó a Susana Sastre que hubiera preferido ocupar el lugar de Falik. “Ojo que yo quiero vivir, pero a mí me van a llevar al pozo con una sonrisa dibujada”, dijo.

Según relata Kunzman, el día que fueron a buscarlo, Di Toffino saludó con entereza a todos y, antes de salir, le dijo: “Chau, Bonyi”. “Me regaló su sobrenombre y pasó a ser mi herencia durante los 23 meses que permanecí en ese infierno”, escribió.

WC/LL

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