Félix Bruzzone, Albertina Carri, Nicolás Prividera, Ángela Urondo Raboy y Analía Argento debatieron acerca de la construcción de la memoria colectiva a partir de sus trabajos e historias, desde la literatura, el cine y el periodismo.
“Hijos: periodismo, literatura y comunicación” fueron los temas que convocaron ayer a una mesa en el Encuentro de la Palabra en Tecnópolis. Analía Argento, Félix Bruzzone, Albertina Carri, Nicolás Prividera y Ángela Urondo reflexionaron e intercambiaron opiniones y nuevas definiciones en torno a tres ejes: memoria, víctimas y militancia. “No tengo militancia orgánica pero pienso que el arte es un tipo de militancia”, dijo Albertina Carri, directora de esa película emblemática que fue “Los rubios”. El planteo de Carri fue casi una respuesta a Bruzzone, que había dicho, como al pasar y en una búsqueda por alejarse de cualquier solemnidad: “Nosotros no hacemos nada. Para ser un militante hay que tener carácter, hay que meter los pies en el barro. El arte le plantea preguntas a la militancia”.
Ángela Urondo Raboy, artista y performer, leyó un texto de su libro “Quién te creés que sos”, sobre la condición de “Hijos-de”. “Ser Hijos para siempre no iba a funcionar. Nunca funciona. Algún día hay que crecer y cambiar de rol. Madurar para, en algún momento, poder hacer también los propios hijos”. Ella supo que era hija de Paco Urondo y Alicia Raboy a los 18 años. Había sido secuestrada a los once meses, el día en que mataron a su padre y desaparecieron a su madre.
En una de las cabeceras de esa mesa, Nicolás Prividera, cineasta y director de “M” y “Tierra de los padres”, reflexionó: “Estoy contento de haber participado en los escraches [de H.I.J.O.S] cuando no había nadie. La militancia, entre nosotros, remite al fantasma de la militancia setentista”. Aquella palabra, casi prohibida y criticada en los ’90, que resurgió con fuerza en los últimos años, y la discusión sobre el carácter militante de los hijos de desaparecidos se instaló en la mesa -moderada por María Eugenia Ludueña- apenas terminadas las presentaciones de rigor.
“No hay una memoria museificada”
Sobre la variación de las discusiones entre la década de 1990 y la actualidad. Carri afirmó: “Creo que el contexto cambió y se produjeron nuevos textos y material fílmico. No sólo cambiaron las políticas estatales. Hoy hablamos de genocidio, de masacres, es imposible retroceder”. La cineasta y directora de la miniserie para televisión “23 pares”, recordó que durante la breve presidencia de Adolfo Rodríguez Sáa, en diciembre de 2001, el puntano declaró al país en default y pidió que Madres y Abuelas de Plaza de Mayo entraran al Congreso, en respuesta a lo que ella interpretó como una necesidad de la sociedad de incorporar esos temas en la agenda pública.
“Cambiaron las cosas. Hoy estamos en una posición que ya no es de resistencia. No hay una memoria museificada”, dijo Prividera, que en “M” reconstruyó el camino de la presentación judicial por su mamá desaparecida, Marta Sierra.
“El terrorismo de Estado no desapareció a mis padres pero fue ejemplificador”
Analía Argento, periodista y autora de los libros “De vuelta a casa. Historias de hijos y nietos restituidos” y “La Guardería Montonera”, contó que al presentar sus libros, la pregunta más común era por qué escribía sobre esos temas si tenía a sus padres vivos.
Argento dijo que en el año 2006, cuando comenzó a escribir “De vuelta a casa...”, no había en la sociedad conciencia del plan sistemático de robo de bebés. “Entendí que había una necesidad de contar, de armar, de completar el hueco. El terrorismo de Estado no desapareció a mis padres pero fue ejemplificador con nosotros”, manifestó. Y contó también de su tío “Beto”, desaparecido durante la dictadura, cuya historia aún hoy es un tabú en la familia.
En una búsqueda deliberada por escapar de los lugares comunes, Bruzzone , autor del libro de cuentos “76” y las novelas “Los topos”, “Barrefondo” y “Las chanchas” incorporó al debate la discusión sobre la frase: “Ahora escuchamos el ‘estamos cansados de estos temas’..”. Y llamó la atención sobre una búsqueda en Youtube, donde el “Juicio a las Juntas” tiene apenas 12.000 visitas, superada por cualquier banda de rock de barrio, dijo.
A partir de la consulta de la moderadora de la mesa sobre el aporte de sus trabajos desde una memoria individual que se configura en memoria histórica, surgió la discusión por la condición de víctima de los hijos de desaparecidos. Ángela Urondo, dibujante, contó que empezó a escribir cuando fue madre, y que algunos de esos textos fueron tomados por abogados y fiscales en los juicios por delitos de lesa humanidad. Urondo dijo que a través de esos textos comenzó a tomar dimensión de que ella misma había estado desaparecida y secuestrada, junto a sus padres.
“Los hijos de desaparecidos somos los últimos testigos de la violencia represiva. La nuestra es una historia de horror, nos significa pero no somos eso”, afirmó. Consultada por Infojus Noticias sobre cómo se vinculó con la obra de sus padres, dijo que apenas recuperó su identidad, accedió a la biblioteca completa y a los recortes periodísticos que conservaba su abuela paterna. “Una vez que encontré a mi papá y se llenó de contenido, me di cuenta de que sabía poco de mi mamá”, dijo. Alicia Raboy era periodista y escribía sobre temas gremiales en el diario Noticias. “Yo no me peleo con la obra de mis padres pero si con la escultura de bronce que se hace de algunas personas. No necesito que mis padres sean de bronce, necesito evaluar que hubo una derrota y también qué cosas fueron victoria en esta gran derrota. Si no tuviéramos a nuestros padres desaparecidos no estaríamos reivindicando a nuestros padres. Tenemos la obligación como generación de hacer algo mejor que nuestros padres, yo prefiero padres humanos a los que pueda amar y puedo respetar que tuvieron decisiones distintas que las mías”, dijo Urondo.
“Lo central de las producciones [de los hijos] es que estamos armando una nueva memoria, diferente a la de nuestros padres”, manifestó Bruzzone. Ante la posibilidad de conceptualizar el lugar desde donde se habla, escribe o filma, el autor de 76 –libro de relatos que acaba de ser reeditado- dijo que él se podía reconocer como afectado, aunque no como víctima.
“Yo sí me reconozco como víctima”
Carri tomó el micrófono: “Yo sí me reconozco como víctima del terrorismo de Estado. Que te desaparezcan a tus padres a los 4 años...a mí me costó reconocerme en ese lugar de víctima pero reconocerse es pedir que se juzguen otros crímenes”, dijo la cineasta, que ayer leyó un texto, “Operación Fracaso” vinculado a una nueva obra.
“Cuando se habla de víctimas recuerdo el operativo de nuestro secuestro. Fue un recorrido de 30 cuadras en auto”, planteó Ángela Urondo. “Siempre pienso en los vecinos, en los que vieron lo que pasó. Y pienso que el genocidio buscó instalar eso: el terror a contarlo”.