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Infojus Noticias

23-9-2013|18:33|Caso Grassi Nacionales
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Detrás de cámara

Grassi: agua bendita y gestos nerviosos

Afuera del tribunal, las fanáticas rociaron con agua bendita a los periodistas. Adentro hubo gestos vehementes y nerviosismo.

  • Sol Vazquez
Por: Juan Manuel Mannarino

La espera se hizo interminable. Una chica rubia llamada Karina comandaba, megáfono en mano, un pequeño grupo de diez mujeres mayores. Una a otra se decían "qué pituca te viniste" y comentaban que se escaparon de sus trabajos para estar ahí, apoyando a su líder: Julio César Grassi. Luego se sumó una banda de jóvenes con bombos, platillos y redoblantes: hicieron algo de ruido y al poco tiempo se fueron. Todos tenían pecheras de la Fundación "Felices Los Niños" que rezaban: "Padre Grassi inocente, los pobres y los niños lo necesitamos. Víctima de la injusticia de poder del grupo Clarín". Otra banderas decían "Padre, fuerza, estamos con vos" y "Otro día de llevar tu cruz, te ayudamos a cargarla". Había estampitas, vírgenes de yeso, termos y galletitas pepas.

Los abogados de la querella daban notas a los medios, y las fanáticas de Grassi hacían lo imposible para no dejarlos hablar: se ponían en ronda y oraban fuerte por el ex sacerdote. Algunas tiraban agua bendita sobre los periodistas. Y, de cuando en cuando, para paliar los nervios gritaban "ahí viene", "ahí viene", dando falsas alarmas, moviendo los cuerpos en el frío mediodía de primavera.

Hasta que, finalmente, Grassi llegó: entró por otra puerta, burlando a los medios, que corrieron detrás suyo en vano. La audiencia empezó con casi dos horas de retraso. Grassi entró a la sala vestido de sacerdote, mirando hacia arriba y esquivando las cámaras. Apenas se sentó, tomó agua. Aparentaba estar tranquilo pero no le duró mucho: sus ojos estaban inquietos, y el cuerpo no disimularía el enojo con el que luego se defendería por las acusaciones de la fiscalía y la querella.

A la hora de tomar la palabra, nadie se privó de nada. La vehemencia se impuso a la moderación. Las miradas eran de fuego: Ricardo Malvicini, el abogado defensor de Grassi, sostenía su mentón con la mano, echado hacia atrás, sin quitar unos ojos inquisidores sobre la parte acusatoria. Tanto el fiscal Alejandro Varela como los abogados querellantes Juan Pablo Gallego y Sergio Piris no dudaron en llamar al ex sacerdote como un pedófilo, señalándolo con el dedo índice en alto, y dejaron en claro que estaban frente a un juicio que, de culminar en la prisión del ex cura, será histórico.

En el momento de su defensa, Grassi pidió perdón por su falta de compostura. Cuando preguntó "¿pretenden que vaya a picar piedras para serle útil a la sociedad?", sus palabras sonaron a derrota. Una sensación, la de estar "triste" y "enojado", que, entre líneas, sonó a plegaria: declarando su inocencia, pidió cumplir la condena trabajando en su casa para la Fundación. Karina llevó las manos a su cara y se quebró en un llanto que no fue acompañado por su grupo. Ellas respiraron el ocaso de su jefe.

Antes de anunciar un nuevo cuarto intermedio, el tribunal le hizo un par de preguntas al ex sacerdote. Bajo la mirada atónita de su defensor, Grassi contestó sobre quiénes eran sus superiores en la iglesia católica: fue su última muestra de carácter. Después, sobrevino un silencio. Con las manos en los bolsillos del pantalón, los mismos que mostró para decir que no tenía ni un centavo del dinero que le adjudicó la querella, el acusado miró ligeramente al rincón de sus fanáticas y se retiró ajustando sus anteojos, sin decir palabra.

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