El autor de “El Aleph engordado”, Pablo Katchadjian, fue procesado por violación de la propiedad intelectual, un delito que prevé una pena de uno a seis años. Aunque no le dictaron prisión preventiva, la Justicia le embargó 80 mil pesos.
El juez de Instrucción Guillermo Carvajal procesó, sin prisión preventiva, a Pablo Katchadjian por violación de la propiedad intelectual y ordenó trabar embargo por 80 mil pesos. El juez, siguiendo la línea de un fallo de la Cámara de Casación del año pasado, consideró que el autor de “El Aleph engordado” reprodujo “íntegramente “El Aleph” de Borges” y le “intercaló palabras, frases y oraciones completas, sin ninguna diferenciación en su impresión que permitiera distinguir qué pertenecía a una obra y qué a la otra”. El delito que afronta el escritor tiene una pena de uno a seis años de prisión.
El escritor fue querellado por la viuda de Borges, María Kodama, en 2011 por reescribir “El Aleph” sumándole 5600 palabras a las aproximadamente 4000 mil originales. En ese momento, tanto en la justicia de Instrucción como en la Cámara del Crimen se sobreseyó al escritor considerando que “no pudo haber sido encuadrado en ningún tipo penal” lo hecho por el escritor.
Pero el abogado de Kodama, Fernando Soto, apeló la decisión y el caso llegó a la Cámara de Casación que en septiembre del año pasado revocó el sobreseimiento argumentando que el libro se “se ha editado, vendido o reproducido en una edición gráfica una obra publicada sin autorización de su autor o derechohabiente”.
En esa “forma” de escribir Katchadjian ni siquiera diferenciaba la tipografía y no le explicaba al lector “dónde y cómo jugaba la experimentación”, dijo el abogado de la viuda de Borges, en el expediente y agregó que “no lo aclaraba antes, en un prólogo, ni lo aclaraba luego, en el desarrollo del texto”.
“Siguiendo los lineamientos trazados por el Superior”, es decir, lo resuelto el año pasado por los jueces de la sala IV de la Casación, Gustavo Hornos, Eduardo Riggi y Juan Carlos Gemignani; el juez de Instrucción consideró que “El Aleph engordado” se “reprodujo íntegramente “El Aleph” de Borges” y que el autor “ha violado la protección de los derechos de autor reconocidos en la Ley 11.723, independientemente de aquellos agregados en los que existe creación propia por parte del encartado”.
A ello el juez Carvajal dio por probado que como responsable de la “Imprenta Argentina de Poesía”, editó la obra “El Aleph engordado”, “sin contar con la autorización de Maria Kodama, exclusiva titular de la propiedad intelectual de toda la obra de Jorge Luis Borges” y además “transcribió la obra literaria de que se trata en su totalidad, excediendo el límite de mil palabras dispuesto en la normativa aludida”, que es de mil palabras cuando en el libro transcribió 4000.
“No tuve intención de engañar a nadie y que nadie a mi entender resultó engañado, ni pudo resultar engañado, porque justamente por eso, el texto, el libro tiene una posdata, donde yo explico sin ambigüedad y de una manera que no puede confundir a nadie que tipo de trabajo hice con el texto original y de quién era el texto, por supuesto”, intentó explicar durante la indagatoria Katchadjian, pero no tuvo replica luego y fue procesado.
¿Borges sí lo permitió?
En su afán de defenderse Katchadjian en su indagatoria intentó justificar la forma en que realizó el libro recordando que el propio Borges era cultor de esta forma de “experimentación literaria”: Era el caso de “un escritor salvadoreño, que fue denunciado ante Borges por un colega suyo, que lo acusaba de haber escrito un prólogo falso con frases sueltas de Borges y con la firma de Borges, para dar difusión a su libro. El escritor salvadoreño se llama Menéndez Leal”, le dijo al juez.
“Borges no solo decidió no acusar al escritor Salvadoreño, sino que decidió que le caía mejor el acusado que el acusador y le envió a Menéndez Leal una carta felicitándolo por el libro. Digo esto solo para mostrar hasta qué punto Borges tenía una idea de trabajo literario como de un trabajo con textos ajenos, como un juego que se le propone al lector y en este sentido de juego propuesto al lector”, explicó.
“Mi idea de no distinguir que partes del libro le pertenecen al cuento original y que parte son agregados míos es justamente parte de un juego y si yo hubiese hecho la distinción, el juego hubiese sido aburridísimo. Es todo, gracias”, alcanzó a decir pero esta semana fue procesado y enfrenta una posible pena que va de un año a seis de prisión.
GA/AF