El plan de búsqueda que dio con el cuerpo de Luciano Arruga comenzó a idearse en los Tribunales Federales de Morón el último 23 de septiembre entre el juez, el fiscal federal y funcionarios del gobierno nacional y provincial. La directora del área de Derechos Humanos del Ministerio de Seguridad de la Nación da detalles exclusivos del camino que llevó a terminar con la incertidumbre del paradero del joven.
Luciano Arruga dejó de ser un desaparecido el jueves a la noche, cuando un dactiloscopo de la Policía Científica de la Federal entregó al Juzgado Federal de Morón el cotejo de huellas digitales que había dado positivo. Había cruzado las muestras de un cuerpo enterrado en 2009 como NN después de un accidente de tránsito y las del joven de La Matanza. El viernes a la mañana los operadores judiciales de Morón y Natalia Federman, directora del área de Derechos Humanos del Ministerio de Seguridad de la Nación, fueron hasta el Juzgado de Instrucción 16 de la ciudad de Buenos Aires donde tramitó la causa del accidente. Ahí encontraron el expediente completo donde había fotos del cuerpo del supuesto NN. No había dudas: era Luciano y estaba enterrado en una tumba del cementerio de Chacarita. En 48 horas se había desatado, después de 5 años y 8 meses, un nudo de incerteza, encubrimiento policial y desidia judicial.
La única vez que Luciano en sus 16 años registró sus huellas digitales fue después de una tortura. No renovó su DNI a los 8 años ni tramitó una cédula o un pasaporte. Solo tenía su documento de nacimiento sin impresiones dactilares. En septiembre de 2008 los policías del destacamento de Indart 106 lo detuvieron por una causa en la que se investigaba el robo de celulares. Ahí, lo hicieron “tocar el pianito”, como se dice en la jerga policial. Cuando salió, el chico le contó a su familia que Julio Diego Torales le había pegado mientras otros dos policías lo sostenían. Por el caso se abrió un proceso penal por “severidades y vejaciones”. Torales fue exonerado y arrestado.
En esa causa estaban las muestras dactilares del chico que hoy tendría 22 años. Con este documento en su poder el Juez Federal de Morón Juan Pablo Salas, que lleva el expediente por su desaparición forzosa, pidió al Ministerio de Seguridad de la Nación que desplegara todos los recursos posibles para cotejar esas huellas con distintos registros de NN. “Desde la dirección de Derechos Humanos pusimos a disposición de la causa el conocimiento que habíamos construido en nuestra búsqueda de desaparecidos”, explicó Federman a Infojus Noticias.
El equipo de dactiloscopos de la Policía Federal revisó sus archivos generales. No encontraron coincidencia. Usaron el sistema de software AFIS (Automated Fingerprint Identification System) que permite el cotejo masivo de huellas digitales y tampoco hallaron nada. Por último, repasaron los libros matrices de la Policía Científica donde se registra el trabajo cotidiano. Ahí, se dieron cuenta que en febrero de 2009, fecha de la desaparición del joven, habían trabajado en la mesa de cadáveres con tres NN. Uno de ellos podía ser Luciano. El martes el equipo de Federman consiguió una fotocopia de las huellas que le habían tomado a ese cadáver. La causa por el accidente había sido archivada. Las muestras dactilares del cadáver de Luciano estuvieron todo este tiempo en un cajón que alguien abrió el viernes.
“El Sistema dactiloscópico argentino, conocido como Sistema Vucetich, considera identificación entre 12 y 15 puntos. El cuerpo de Luciano tenía 30 puntos de coincidencia. La idea era hacer un barrido. Empezamos por el registro que tiene la Federal pero íbamos a seguir con otras fuerzas de seguridad”, explicó Federman. Y agregó: “Cuando el juzgado obtuvo las huellas nosotros pedimos originales y en 48 horas estaba resuelto el caso”.
“Una medida tan elemental como el cotejo de huellas llevó casi seis años de un terrible derrotero judicial para la familia. Dos investigaciones judiciales desatendieron el caso: la que tenía que buscar a Luciano y la que archivó una causa en la que había un menor de edad fallecido sin hacer ninguna investigación”, dice el documento que difundió ayer el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS).
En más de cinco años todas las hipótesis habían conducido a callejones sin salida. El verdadero plan de búsqueda que dio con el cuerpo comenzó a idearse en los Tribunales Federales de Morón el último 23 de septiembre entre el juez, el fiscal federal y funcionarios del gobierno nacional y provincial.
Ese encuentro fue la puesta en marcha del pedido de la Sala IV de Casación Penal cuando hizo lugar, en julio, al habeas corpus presentado en abril los abogados del CELS. El recurso había sido rechazado dos veces antes de llegar al máximo tribunal penal. Los organismos de derechos humanos como CELS y la Asociación Permanente por los Derechos Humanos, la familia y sus amigos que se organizaron fueron quienes empujaron la búsqueda del chico. Un habeas corpus abrió la puerta para identificar a Luciano. No era la primera vez que se presentaba este recurso por el chico. A días de su desaparición, Mónica Alegre, su madre, y Vanesa Orieta, la hermana habían confeccionado uno. El juez criminal de La Matanza Gustavo Blanco lo rechazó.
El joven que lo atropelló, los médicos del SAME, los del Santojanni, forenses, dactiloscopos, quienes lo enterraron: ninguno pudo ponerle nombre a ese NN. El caso tuvo que pasar por todas las instancias judiciales para que un dactiloscopo de la Policía Científica analizara las huellas.
La dudas sobre el accidente
Según la versión policial, el primer día de febrero de 2009 un auto atropelló a Luciano en la vía rápida de la General Paz, en el cruce con Emilio Castro, frente a una garita de la policía. Iba de provincia hacia la ciudad de Buenos Aires, pero atravesaba la autopista por un lugar que los peatones no usan para cruzar. El joven de 21 años que lo chocó dio el aviso a la policía.
A las 3.21 de la mañana una ambulancia del SAME llevó a Luciano hasta el Hospital Santojanni. Lo operaron y ya fuera del quirófano, murió a las 8 de la mañana de ese día. Su madre lo fue a buscar a ese mismo hospital. En la recepción le dijeron que había entrado un chico atropellado pero que no sabían nada de su hijo. Ella siguió buscando en otros hospitales, salitas y comisarías.
Las huellas dactilares del cuerpo enterrado como NN habían sido tomadas el 3 de febrero de 2009 en la Morgue Judicial. En ese entonces, los especialistas de la Policía Científica cotejaron las muestras para conocer la identidad del chico pero los resultados fueron negativos. La autopsia que le hicieron en el Hospital Santojanni estimó que el chico encontrado tenía entre 25 y 30 años. El expediente detalla que el cuerpo del joven, entonces NN, presentaba traumatismos en la cabeza, un brazo, el torso y los tobillos, que las lesiones se habían debido al accidente de tránsito y que por ellas había fallecido. “Las fotos demuestran que estaba muy lastimado”, dijo una fuente judicial de la investigación a esta agencia.
Esa causa penal tramitó a cargo de la jueza de instrucción Laura Bruniard y la fiscal Marcela Sánchez. El conductor que manejaba declaró ante la Justicia, se lo investigo por homicidio culposo pero fue sobreseído durante la investigación. La causa fue a un cajón que se abrió recién ayer.
La sombra del encubrimiento policial no se despejó con la aparición del cuerpo. La familia denunció desde un principio que la bonaerense hostigaba a Luciano porque no quería robar para ellos. Además, la noche de su desaparición al menos dos jóvenes detenidos contaron que lo vieron en el destacamento de Lomas del Mirador. Estaba el piso moribundo. Lo habían golpeado. El registro de entradas de esa dependencia policial fue adulterado: tenía borrones, tachaduras y enmiendas con corrector.
Por la desaparición de Luciano fueron acusados ocho policías que estaban de guardia la noche del 31 de enero de 2009. Los policías fueron desplazados en 2013, aunque nunca llegaron a ser procesados.
Ayer en la conferencia de prensa en el CELS en la que Horacio Verbitsky hizo el anuncio de la identificación se plantearon varios interrogantes que ahora deberá resolver la Justicia. El primero: ¿Qué hacía Luciano en Emilio Castro y General Paz? También plantea dudas el hecho de que muy cerca de donde ocurrió el accidente hay una garita policial que no actuó esa noche. Además, según contó Verbitsky, el chico no tenía zapatillas al momento del accidente. "No cierra con decir que un pibe cruzó la calle y lo atropellaron. Hay que saber la verdad", dijo ayer Vanesa Orieta, la hermana.
El 17 de octubre de 2014 será recordado para la familia y los amigos de Luciano como la fecha en la que pudieron tener una mínima certeza después de casi seis años. El duelo, para ellos, comenzó ayer.