Dos hermanas declararon hoy en un nuevo juicio por los crímenes de Campo de Mayo. Están imputados dos miembros de Prefectura y un médico policial. Marta Querejeta fue secuestrada y torturada en diciembre de 1974. Tenía 16 años, estaba embarazada y era militante del PRT. Su hermana Matilde relató su adolescencia, signada por la persecución a su familia.
“¡Estoy embarazada, estoy embarazada!”, gritaba Marta Querejeta para detener la tortura durante su cautiverio en la Prefectura Naval de Campana, en diciembre de 1974. Hoy por la mañana, en la pequeña sala de los Tribunales Federales de Olivos, la mujer fue la primera en declarar en el juicio que tiene como imputados a dos miembros de Prefectura y a un médico policial y que forma parte de la megacausa Campo de Mayo. Además, Matilde, hermana de Marta, relató su adolescencia signada por la persecución a su familia y las estigmatizaciones. Las audiencias continuarán el viernes a las 9.30.
Mientras Marta entraba a la sala de audiencias, militantes de organismos de derechos humanos, familiares, amigos que habían ido hasta Olivos para acompañarla, tuvieron que esperar afuera. La decisión de que el juicio oral se hiciera en la pequeña sala de Villante 2121 significó que se hiciera casi sin público y en un hacinamiento pocas veces visto. “Es una forma de restarle importancia a la causa, de quitarle la legitimidad al juicio que debe ser oral y público”, dijeron molestos los miembros de la Comisión de por la Memoria, la Verdad y la Justicia de Zona Norte.
El hijo y la hija de Marta sí estuvieron adentro mientras declaraba frente al Tribunal Oral Federal 1 de San Martín, integrado por Hector Sagretti, Marta Milloc y Diego Barroetaveña. También estuvieron en la sala los imputados: el ex jefe de Prefectura Naval de Campana, Carlos José Ramón Shaller y el ex oficial Oscar Rubén Montagano, ambos por primera vez en juicio. También, el médico Carlos Quetglas, ciudadano ilustre de Campana y médico de la policía.
Menor y embarazada
El 3 de diciembre de 1974 Marta Querejeta llegó a la casa de su abuela en Campana. Llevaba un tiempo viviendo en diferentes lugares. Menos en su casa: se había ido a militar. Tenía 16 años, estaba embarazada y su opción por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) la había alejado un poco de su familia. Su papá, para “proteger a la familia” decidió hacer la denuncia ante la policía por abandono de hogar. Desde entonces, los ojos de la Prefectura y sus grupos de tareas se posaron sobre la familia sin darles lugar a nada.
“Nunca dejaron de vigilar la casa”, contó Marta ayer ante los jueces. “Mi papá fue buscarme a la casa de mi abuela la noche el 5 de diciembre. “Hay unos en tu casa que quieren hablar con vos”, recordó Marta que le dijo su padre. Una cuadra separaba la casa de su abuela de la de sus padres. La caminaron juntos. Ahí la estaban esperando miembros de Prefectura con un hombre de civil al mando que se presentó como “prefecto o subprefecto Benítez”. Marta, además, pudo reconocer que el imputado Montagano era parte del operativo. “Me subieron en un auto a mí y a mi papá en otro y nos llevan a Prefectura”, contó.
Fue el prefecto Shaller quien los recibió. Intercambió unas palabras con el padre de Marta, mientras ella se quedó sola en un despacho. Minutos después el propio Shaller junto a Benítez comenzaron a interrogarla. Las preguntas se centraban en su militancia en el PRT, en quiénes eran sus compañeros y puntualmente sobre algunas acciones guerrilleras ocurridas en la zona.
“Benítez dirigió el operativo, no está imputado, no sabemos si ese era su verdadero nombre o si usaba nombre de guerra, si pertenecía a la Prefectura o era de un grupo de tareas; estaba de civil. Pero sí sé que tenía la voz de mando, no solo en mi casa sino en Prefectura y es quien acompañó todo mi secuestro”, recordó Marta en diálogo con Infojus Noticias. El interrogatorio duró toda la noche. Benítez estaba impaciente: “De esta manera no le vamos a sacar nada, me la tenés que entregar”, le dijo a Shaller y entonces sí empezó el calvario.
Con las primeras horas de sol, Marta fue trasladada en un auto a una casa que cree identificar que estaba en Tigre o San Fernando. “Me sacaron con los ojos descubiertos, pero más o menos a esa altura me los vendaron con un pañuelo de hombre”. En esa casa, la tortura. Golpes, picana, manos atadas a un elástico de metal, gritos, insultos. “Te voy a meter un revólver en el culo, guerrillera de mierda”, le dijo. Y su voluntad de resistir se iba quebrando. Apareció el miedo. “Tuve dos grandes temores en particular: perder a mi hijo y que me violaran”, recordó Marta y entonces no pudo más empezó a gritar: “Estoy embarazada, estoy embarazada”. Sus verdugos no le creyeron, la insultaron más, la denigraron como mujer. Ella insistió en el grito. Hasta que le creyeron.
Después de días sin dormir y sin comer, la llevaron a un edificio antiguo en Capital Federal, sobre la avenida Paseo Colón. Otra vez fue interrogada. Lo extraño –recordó– fue que lo hacía “un grupo de muchachos de pelo largo, barba”. Su madre siempre creyó que ese lugar era el Ministerio de Guerra. Ahí pasó la noche; durmió en una cama y probó comida. Un hombre de traje le hizo firmar una declaración. Después, otra vez a la Prefectura de Campana. Su padre fue a buscarla ahí.
En el momento en que se iban, Shaller le ordenó a su padre que la lleve al médico de policía Carlos Quetglas. Él la estaba esperando. No revisó. Le preguntó cómo la habían tratado y ella con el temor de volver a vivir la tortura dijo que bien. Pero su cuerpo decía todo lo contrario: brazos y piernas lastimadas, su rostro con golpes notorios a la vista. El médico extendió un certificado de salud certificado y la acompañó al auto.
Marta pasó más o menos 15 días en cautiverio. Nadie puede precisarlo. Ella y su familia perdieron la noción del tiempo, como si lo vivido fuera una pesadilla. A los diez meses de embarazo, ya en libertad, tuvo a su hijo por una cesárea de urgencia. Hoy, ese hombre de más de 30 años la acompañó de cerca durante el duro relato.
El ex oficial de Prefectura Oscar Rubén Montagano.
“La hermana de la guerrillera”
Cuando se llevaron a Marta, su hermana Matilde no podía entender lo que estaba pasando. “Me habían quitado mi hermana”, contó ante el Tribunal en su declaración. Matilde recordó que su padre fue el que le explicó que su hermana se había ido de su casa para militar y que también fue él el que le dijo que debía acompañar a Marta a la Prefectura, como única firma de salvar su vida.
El relato de Matilde está mediado de la mirada adolescente. Tenía 14 años cuando su hermana se fue de casa abrazando las banderas del PRT. Por lo menos tres allanamientos hubo en esa época en la casa que compartía con sus padres. “Venían de uniforme clarito”, explicó y señaló el de uno de los miembros de Prefectura que custodia el Tribunal para graficarlo. Durante esos allanamientos siempre la separaban de su madre. La llevaban a la cocina y la interrogaban sobre su hermana y sus compañeros. “Yo no sabía nada, no la veía y cuando la veía era porque ella me buscaba y nos encontrábamos a escondidas”, contó.
Matilde recuerda esa época con mucho sufrimiento. Dice que cuando salía de su casa hacia la escuela siempre la seguía un Falcon Verde. Pero el mayor dolor era escuchar a sus compañeras burlarse: “Ahí está la hermana de la guerrillera”, le decían y la apartaban. Así, con 15 años decidió cambiarse de escuela y viajar de Campana hasta Escobar, de noche, para evitar el estigma.
El recuerdo durante la declaración quebró a Matilde más de una vez. El peor momento fue cuando recordó cómo estaba Marta después del cautiverio. “Tenía marcas por todo el cuerpo, me dijo que eran de la picana”, declaró. La persecución sobre la familia Querejeta no cesó. Incluso pocos días antes del golpe de 1976 volvieron a allanar las casas de Marta y también la de su abuela. “Esa vez eran del Ejército, iban de verde”, explicó Matilde.
El ex jefe de Prefectura Naval de Campana, Carlos José Ramón Shaller y el ex médico policial Carlos Quetglas.