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Infojus Noticias

1-1-2014|11:11|Derechos Nacionales
Ley de fertilización asistida y ley de matrimonio igualitario

Una historia de amor y derechos en 9 fotos

Aunque siempre existieron todo tipo de modelos de familia, en los últimos años la Argentina generó leyes que respetan cada día más el derecho a la diversidad y la diferencia. Gracias a ellos, Romina y Brenda pudieron tener un hijo por inseminación artificial y casarse.

  • Nicolás Slepoy
Por: Matías Máximo

Si a Romina y Brenda les decían que tendrían un hijo juntas el día que se conocieron, no lo hubieran creído. En 2003 las dos trabajaban en la misma empresa, se hicieron amigas y antes de que pasara un año sus pieles hablaban y decían que había algo más que una amistad. A ellas les costaba escucharse, porque hasta ese momento ninguna de las dos había tenido una experiencia homosexual. Aunque siempre existieron todo tipo de modelos de familia, en los últimos años Argentina generó leyes que empoderan y respetan cada día más el derecho a la diversidad y la diferencia. La historia de Romina y Brenda es un ejemplo de la ampliación de derechos en la Argentina.

“Al principio fue complicado porque nos creíamos que era algo del momento, una cuestión experimental y no teníamos muchos planes de hacer la relación a futuro. Intentamos varias veces separarnos y decir ‘bueno, hasta acá llego, no podemos seguir adelante’. En ese momento nuestras familias no sabían nada y eran muy pocos los enterados”, contó Brenda a Infojus Noticias.

Brenda no soñaba con tener un hijo, pero Romina siempre había tenido la fantasía y eso hace diez años les hizo pensar que su relación no era algo positivo para sus  metas personales. Al menos Brenda lo pensó así, se lo dijo y Romina le respondió: “La única forma en la que voy a ser feliz será estando con vos, así que si no tenemos un hijo no importa, es una elección mía seguir al lado tuyo”.

Tiempo después, el proceso de fertilización de unas amigas muy cercanas le hizo un click a Brenda. La pasión con la que iniciaban los tratamientos iluminó una posibilidad que no estaba en sus planes y se animó a intentarlo. Romina, por supuesto, estaba contenta y empezaron juntas las consultas.

La idea que tenían era extraer un óvulo de Brenda, inseminarlo y colocarlo en el útero de Romina. Pero el médico les explicó que era el doble de complejo que hacer el tratamiento de fertilización directamente en un mismo útero, además de que Brenda, con 30 años, estaba en una edad más adecuada que Romina, de 38.

“Ser mamá es estar al lado del bebé cuando tenga fiebre y cada vez que te necesite, es mucho más que una cuestión de óvulo y útero”, les dijo el médico de la clínica Fecunditas. Tomaron la decisión de hacerlo como recomendaba el especialista y después de varios estudios Brenda fue inseminada con la donación de un banco de espermatozoides.  

El 23 de julio de 2013, quedó reglamentada la Ley de Fertilización Asistida, sancionada por amplia mayoría en junio. A través del decreto 956, la Ley 26862 garantiza el acceso igualitario a los tratamientos de fertilización asistida, sin límite de edad y para parejas de distinto o igual sexo. 

El decreto reglamentario estableció que una persona puede acceder a un máximo de cuatro tratamientos anuales con técnicas de baja complejidad, y hasta tres intentos con técnicas de alta complejidad, con intervalos mínimos de tres meses entre cada uno de ellos.

En la norma se define como de “baja complejidad” a las técnicas “que tienen por objeto la unión entre óvulo y espermatozoide en el interior del sistema reproductor femenino”; mientras que las de “alta complejidad” son aquellas en las que “la unión entre óvulo y espermatozoide tiene lugar por fuera del sistema reproductor femenino”, como ocurre con la fertilización in vitro.

Cuando Romina y Brenda hicieron el tratamiento la Ley 26862 todavía estaba en debate, por lo que la obra social no les cubrió la fertilización, aunque sí se hizo cargo de todas las consultas y análisis, ya que eran similares a los de cualquier concepción. Tuvieron suerte: al primer intento lo lograron.

“Explicar la sensación de plenitud que tuvimos durante los nueve meses de embarazo es difícil, creo que de tanta felicidad no entraba en mi cuerpo”, recuerda Brenda. Durante el embarazo solo estuvo en reposo dos días, y aunque le hubiera gustado engordar un kilo por mes como se aconseja, los gustos la hicieron subir 15. 

Cuando entró al quirófano la partera le preguntó cuál era el apellido del padre y la enfermera dijo que era un bebé con dos madres. “¿Cuáles son los apellidos de las dos?”, dijo entonces.    

Dos meses antes del nacimiento de Benjamín las chicas se casaron en una reunión íntima donde no faltó la lluvia de arroz. El matrimonio igualitario se aprobó en mayo de 2010. Desde entonces, siete mil parejas del mismo sexo se unieron bajo el amparo del Estado. Una semana después de la boda, Romina abrió junto a un socio una verdulería y pollería, así que entre el trabajo y el nacimiento la luna de miel todavía se hace esperar.

Brenda trabaja en recursos humanos de una empresa y está con licencia por maternidad, por eso es ella la que se levanta cuando Benjamín tiene hambre por la madrugada. Pero cuando vuelva a la actividad ya lo decidieron: la mamadera le toca una vez a cada una.

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