Lulú fue la primera niña trans del mundo en recibir un DNI que respeta su identidad sin pasar por la vía judicial. Su madre, Gabriela Mansilla, tuvo que sortear diversos obstáculos sociales y jurídicos para que su hija pudiera ser aceptada. Y así lo cuenta en este documental doloroso, pero con final feliz.
Un documental protagonizado por la mamá de Lulú, la primera niña trans del mundo en recibir un DNI que respeta su identidad sin pasar por la vía judicial, se estrenó en el Buenos Aires Internacional Festival de Cine Independiente (BAFICI). El cortometraje relata la experiencia que vivió Gabriela Mansilla cuando decidió escuchar lo que su hija le decía y recurrir a la ley 26.743 del derecho a la identidad de género. “Yo nena, yo princesa” fue dirigido por María Aramburu y Valeria Paván, psicóloga a cargo del área de salud de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) que acompañó a la niña en su proceso de transición de género.
Cuando terminó de proyectarse la película, el público aprovechó para hacer películas “¿No sería mejor sacar el género de los documentos, que tanto angustia a muchas personas?”, dijo una chica en las filas altas. “Muchas veces las leyes están primero que los pensamientos. Por eso debemos pensar en todo el esfuerzo y la lucha que hubo para tener esta ley tal como existe hoy. Aunque claro, dentro de un tiempo tocará luchar por otras cosas”, contestó Paván.
En los cuarenta minutos que dura el documental, Gabriela habla frente a cámara, con un fondo negro, y relata la experiencia de haber salido de una terapia “correctiva” sobre el sexo de su nena para entrar a otra sensible: de escuchar y respetar el deseo. Los ojos de Gabriela tienen el brillo de unas lágrimas resignificadas, que pasaron del dolor de la exclusión a la felicidad de lo posible.
“En julio de 2007 di a luz biológicamente a dos varones”, dice Gabriela en el documental y explica que apenas Lulú pudo hablar, de las primeras cosas que esbozó fue: “yo nena, yo princesa”. Mientras que uno de los mellizos amaba los autos, el otro se ponía la ropa de Gabriela a escondidas y lloraba si se la quitaban.
Acompañar a los padres
“Si uno cuenta su experiencia y narra a otras personas que hay realidades diferentes, quizá eso ayude a que entiendan la transexualidad en los niños. Así podrán saber que es una situación normal, y de esa manera se le podrá dar a los niños una infancia feliz. Aunque yo podría ser egoísta y decir que mi hija ya tiene su DNI, va a la escuela y está aceptada en la familia, pienso en la situación de otros chicos y me dan ganas de compartir que se puede luchar para que las infancias sean felices” dijo Gabriela a Infojus Noticias.
La ley de identidad de género establece para los menores de 18 años que “la solicitud del trámite deberá ser efectuada a través de sus representantes legales y con expresa conformidad del menor”. También, lo que la vuelve de avanzada, es que en “ningún caso será requisito acreditar intervención quirúrgica por reasignación genital total o parcial, ni acreditar terapias hormonales u otro tratamiento psicológico o médico”. De esa manera, la legislación argentina acepta a la sexualidad como un registro social y no biológico.
“Valeria (Paván) tenía un seminario donde iba a hablar de la transexualidad en la niñez y me pidió si lo podíamos grabar, así compartía la experiencia. Yo en ese momento acepté, sin pensar que algún día lo proyectaríamos en una pantalla grande”, contó Gabriela.
Una persona del público, probablemente un estudiante de cine, preguntó a la directora cómo “lograron la intimidad que transmite el film”. “Justamente con eso, con intimidad, ya que el video fue tomado casi en tiempo real y solo estábamos con Valeria y Gabriela, que se sentó y empezó a contar su recorrido sin parar”, dijo Aramburu.
En un momento, Gabriela se sentía tan sola con su experiencia que decidió escribir, como quien pone letras al sufrimiento para crear una compañía. Ese libro también se llamará “Yo nena, yo princesa” y se estrenará en la próxima feria del libro. Su espíritu es el mismo que el documental: contar que no se trata de héroes sino de personas que se animan a escuchar a sus hijos.
“Me gustaría que lo viera una maestra, un pediatra, un psicólogo y que piensen que sí existe la transexualidad en los niños. En el libro se incluyen dibujos de Lulú para que vean que un niño se manifiesta no solo a través del habla y da muchas señales. Si los ignoran en la casa, en la escuela se tienen que dar cuenta” dijo Gabriela y habló de ánimo a los demás padres: “Si yo sola pude, porque el papá de la nena nos dejó, y con cero posibilidad de laburo pude y puedo, así como lo hizo Lulú y mi familia, otros también podrán”.
Este año Lulú empezó primer grado, va a inglés y le gustan los deportes. A su hermano lo anotaron en otra división porque lo que recomiendan los pedagogos es que los mellizos vayan a cursos separados. Gabriela dice que el estado de ánimo depresivo de Lulú cambió desde que la aceptan como nena. Que ahora vive una niñez feliz.