En los escombros del edificio trabajan alrededor de 250 rescatistas y 10 perros. Además, 600 integrantes del Ejército, la Gendarmería y la Prefectura. Hoy los equipos están concentrados en la zona del derrumbe principal, buscando víctimas. Los escombros se remueven a mano, uno por uno. "Nuestro objetivo es sacar gente con vida", dijo Carlos Zoloaga es coordinador de Emergencias y Catástrofes del Ministerio de Seguridad de la Nación.
Hay que imaginar un edificio de nueve pisos convertido en una montaña de seis metros de escombros: paredes quebradas, vidrios rotos, puertas, azulejos, sillas, cocinas, cosas, todas las cosas que puede haber en 18 departamentos habitados por 190 hombres, mujeres, niños, mascotas. Con esa montaña se encontraron los equipos de rescate que llegaron a Salta al 2100 a los pocos minutos de conocerse la noticia de la explosión.
Para rescatar a las personas atrapadas hay que ir desarmando esa montaña con cuidado: un movimiento erróneo podría generar una cadena de nuevos derrumbes en los espacios vacíos. Un efecto dominó que puede desatarse por un bloque mal retirado que pondría en riesgo la vida de los sobrevivientes y los rescatistas.
Romina es bombera y estaba de guardia el martes a la mañana. Escuchó una explosión, salió a la calle y se preparó porque supo que los teléfonos no pararían de sonar. Así fue. Romina llegó al lugar con la primera dotación. Se bajó del camión pensando que iba a apagar un incendio porque había explotado una caldera. Pero en seguida vio que todos los vidrios de la manzana habían estallado y se dio cuenta de que no era un incidente doméstico habitual.
Lo primero que hicieron fue sacar a toda la gente de las dos torres del edificio que están en pie, apuntaladas pero, por ahora, inhabitables. Tardaron unos segundos más en terminar de armar un mapa de la situación: no era sólo un incendio, había una torre que faltaba, que se había derrumbado por completo. “Era el caos. Sólo con verlo ya nos había superado”, dice hoy Romina a Infojus Noticias, en un alto de su tarea.
Carlos Zoloaga es coordinador de Emergencias y Catástrofes del Ministerio de Seguridad de la Nación. Llegó al derrumbe el martes al mediodía. “Lo primero que pensé fue que esto era mucho peor de que lo que creí cuando lo vi por televisión esa mañana: esta es una explosión sin precedentes”, dice a Infojus Noticias desde la vereda de la calle Salta. Pocos minutos antes, Zoloaga estuvo coordinando el rescate del cuerpo sin vida de la víctima 11, que se encontró hoy a la tarde.
En los escombros del edificio trabajan alrededor de 250 rescatistas, organizados por turnos. En lo que se llama la “zona punto de impacto” únicamente trabajan bomberos especializados en catástrofes que pertenecen a distintas jurisdicciones: la división Rescate de la Superintendencia de Bomberos de la Policía Federal y distintas divisiones de la provincia de Santa Fe.
Además, 600 integrantes del Ejército, la Gendarmería y la Prefectura realizan tareas de seguridad en coordinación con las fuerzas provinciales. Todo el operativo de rescate y seguridad está dirigido desde una mesa de coordinación integrada por la Nación, la provincia y la ciudad de Rosario.
Hoy, en la tercera jornada de trabajo, los equipos están concentrados en la zona del derrumbe principal, buscando víctimas. Las otras dos torres ya fueron minuciosamente examinadas. Sus habitantes todavía no pueden regresar.
Los escombros se remueven a mano, uno por uno. Sólo si hay una laja de gran tamaño o excesivamente pesada se usa una retroexcavadora, una máquina de gran porte. En el límite exterior del derrumbe hay máquinas de menor tamaño y camiones para llevarse lo que se va retirando. Esta tarea está a cargo de bomberos no especializados en catástrofes.
“Cada estructura que se mueve genera una vibración. Es un encadenado de losas y columnas. Cada movimiento, cada arrastre, puede poner en peligro la vida de los sobrevivientes y de los mismos rescatistas”, explica Zoloaga.
El equipo de rescatistas utiliza dos sondas. Una con una cámara de video y una lámara LED en el extremo. La otra tiene un dispositivo que capta sonidos y movimientos. Este dispositivo es muy sensible, se usa sobre todo por la noche cuando la ciudad está en silencio. La sonda puede captar el latido de un corazón si el silencio es total.
Estos aparatos no son infalibles: pueden dar señales, ruidos o indicaciones de movimiento. Puede ser que luego de varias horas de trabajo los rescatistas no encuentren nada en ese lugar. Los pasos que se dan entre humanos y máquinas para encontrar a las víctimas son constantes, pero necesariamente prudentes.
Los animales también están teniendo un lugar fundamental en el rescate. Diez perros están trabajando en la zona de impacto. Trabajan en turnos porque si se estresan o se cansan empiezan a equivocarse. Hay perros capaces de detectar rastros de vida. Y perros que saben encontrar cadáveres. Anoche uno ladró y los medios periodísticos se apuraron a anunciar una noticia alentadora: podía haber un sobreviviente bajo los escombros. La cuadrilla trabajó varias horas, encontró un gato gris y blanco, la mascota de una señora que vivía en el edificio, en perfecto estado. Lo que marcan los perros es muy importante para los rescatistas, son sus lazarillos.
“Es un trabajo constante de toma de decisiones coordinadas pero al mismo tiempo muy dinámico. El edificio que se derrumbó es una estructura colapsada, cada modificación que hacemos la chequeamos con un consejo de ingenieros estructurales y peritos”, relata Zoloaga. Ayer a la noche se decidió, por ejemplo, cavar un túnel desde la parte de atrás de una de las torres para llegar a un sector del subsuelo. Fue un pasadizo muy angosto para que algunos bomberos pudieran acceder. Lo lograron, pero el subsuelo estaba vacío.
“Nosotros estamos preparados para encontrar personas vivas, ese es nuestro motor. Nuestro objetivo es sacar gente con vida. Es un desgaste físico atroz pero nos entrenamos durante años para momentos como éste”, dice Zoloaga mientras camina de nuevo sobre el borde de los escombros para volver a su tarea. “Hay 10 personas desaparecidas que supuestamente están acá. Es un trabajo incesante”, dice Zoloaga, ¿Hasta cuándo? “Hasta que sea necesario”.