A Ángel Nahuel Bortnik lo mataron de un golpe en la cabeza el sábado, en Chacabuco. Hay tres hermanos de 63, 66 y 68 años detenidos. A 48 horas del asesinato, la ciudad bonaerense vive el caso con cierto desinterés. La historia de Nahuel y de su familia. El recuerdo de su maestra: “Era un chico que necesitaba afecto”. Cómo sigue la investigación judicial.
Jorge Bortnik tiene los ojos rojos, irritados. La voz suave, como apagada. Sus manos robustas y ásperas hablan de él: trabaja como peón en campos de la zona. Todos los días sale de su casa de noche y vuelve de noche. Vive en las afueras de Chacabuco, una ciudad de la provincia de Buenos Aires de unos 40 mil habitantes. Con él vivía su sobrino: Ángel Nahuel Bortnik, de 11 años, asesinado de un golpe en la cabeza el sábado por la tarde. La policía detuvo a tres hermanos, de apellido Ferrari: Rubén Ramón, de 63 años; Edgardo Alfredo, de 66 y Adolfo, de 68.
Ese día a la mañana, antes de irse a trabajar, Jorge le dejó un poco de comida preparada. Ángel Nahuel hacía unos meses que estaba a su cargo. La Justicia le había quitado la tenencia a su mamá y por eso el chico paso un tiempo en el Hogar Miguel Máximo Gil. Una familia lo adoptó, pero desistió porque no podían "controlarlo". Finalmente se hizo cargo su tío, hermano de la mamá.
Mientras Jorge estaba en el campo, Nahuel –la familia y en la escuela lo llamaban por su segundo nombre– quedaba solo. Su abuelo Osvaldo y sus tías lo cuidaban cuando podían. Pero lo cierto es que si no estaba en la escuela, el chico andaba por la calle. Casi siempre con la gomera en la mano, cazando pajaritos. El sábado –dice Jorge– el nene se levantó temprano y se fue a la casa de la mamá, a dos cuadras de su casa. Ahí estuvo hasta media mañana. A eso de las 11 su abuelo lo vio en la casa comiendo lo que le había dejado su tío. También le dio de comer a sus perros. Después salió y dijo que iba a la casa de un tío a buscar el cuadro de una bicicleta para armarla. Nunca llegó.
Cuando Jorge volvió del trabajo eran cerca de las 19.30. Le extrañó no ver al chico. “Siempre llegaba un poco antes que yo, o cuando me veía se venía”, cuenta. La búsqueda siguió por la casa de la mamá de Nahuel. Ahí supo la historia de la bicicleta: la siguiente parada de la búsqueda fue la casa de ese tío. El hombre caminó entre el barro amasado por la lluvia en las calles de tierra para encontrarse con la desilusión.
***
La denuncia por la desaparición la hizo Jorge. En la comisaría de Chacabuco se pusieron en marcha y con la familia buscaron a Nahuel por todos lados. Incluso, el tío le preguntó a uno de los hermanos Ferrari –hoy imputados por el hecho– si lo habían visto al nene. Pero nada.
Cerca de las cuatro de la mañana ya del domingo, sólo restaba buscar en el monte. Entonces decidieron esperar hasta el amanecer. Jorge no pudo dormir. A eso de las 6 de la mañana salió solo a recorrer un descampado, enfrente de su casa. Las luces de un patrullero que se acercaba lo desviaron de su búsqueda. Pensó que la policía volvía a buscarlo para seguir con los rastrillajes. Enseguida escuchó el grito de su padre que lo llamaba. Fue lo más rápido que pudo y entonces vio a uno de los Ferrari cuando decía que Nahuel estaba tirado detrás de un cañaveral en el terreno donde viven él y sus hermanos. Ya eran cerca de las 7 de la mañana.
Ahí, los hermanos Ferrari tienen cada uno una casilla: sin luz, ni agua, ni calefacción, ni baños. Los tres son indocumentados y se dedican a cirujear. Alrededor de sus casillas se ve chatarra de todo tipo. En la parte trasera del terreno se levanta un cañaveral no muy tupido. Ahí fue encontrado el cadáver.
En los rastrillajes dentro del terreno además del cuerpo del chico, con un golpe mortal en la cabeza, se encontraron manchas de sangre, restos del cráneo y masa encefálica, ropa de los Ferrari con sangre y un caño de una bomba de agua con restos hemáticos y cabellos.
Los tres fueron trasladados a la comisaría. Ayer se negaron a declarar ante el fiscal Daniel Nicolai, a cargo de la Unidad Fiscal 11 de Chascomús, dependiente del Departamento Judicial de Junín. Están imputados por “homicidio agravado por alevosía”.
***
A poco menos de tres kilómetros está el centro de Chacabuco. En uno de los bares, un televisor de 29 pulgadas está mudo en un canal de noticias. En los títulos de las 7.30 se hablaba del pueblo. Nadie pidió que subieran el volumen. “Chacabuco: tres detenidos por el crimen de un nene de 11 años”, dice la noticia en la pantalla. Algunos parroquianos miran el graph y siguen en lo suyo. No comentan nada. La escena se repite al mediodía. En una mesa seis hombres hablan del Mundial, de Messi, de Sabella. De que ojalá se siga en el camino que nos llevó a la final. Mientras charlan, toman café y algunos leen los diarios locales. Comentan una noticia policial del día. Hasta que otro de los hombres dice al pasar algo sobre “el chico de 11 años que mataron”, pero no capta la atención del resto que cambian de tema después de decir que lo vieron en el diario. Entonces vuelve la Selección, el Mundial, Messi y Sabella. Hace poco más de 48 horas que mataron a Nahuel.
Frente al bar está la plaza central de la ciudad. Una especie de mojón verde que es eje, como en todo pueblo, del centro político y burocrático: municipalidad, banco e iglesia se levantan alrededor. En el medio, San Martín, monumental, monta a caballo. Por ahí pasa gente durante toda la mañana. Pero casi nadie quiere frenar para contar su opinión sobre el crimen de Nahuel. “No sé nada del tema, no escuché nada”, dice una mujer y sigue de largo. Otra ni siquiera contesta.
Aunque no haya pueblada, ni pedido de justicia masivo, ni marchas, ni banderas a media asta, hay dolor en mucha gente de Chacabuco. Una especie de dolor nacido de lo desconocido. “Es terrible lo que pasó, acá no se ven estas cosas”, dicen los que aceptan la consulta. Y también marcan que la víctima es un chico y que eso siempre genera dolor.
***
En los diarios locales hay un aviso fúnebre que recuerda la muerte de Nahuel. Lleva la firma de su madre, María Celeste Bortnik, y de sus hermanitos Nicolás y Ayelén. También participan del aviso tíos, tías y el abuelo.
Los restos del chico fueron inhumados ayer en el cementerio local, a pocas cuadras del lugar del hecho. Antes fueron bendecidos en la iglesia San Isidro Labrador.
María, está embarazada, vive a pocas cuadras de dónde mataron a su hijo en una casa pequeña junto a su pareja y a su hija más chica.
Apenas encontraron el cuerpo de Nahuel, los investigadores se centraron en el entorno del chico. Su historia familiar conflictiva y los problemas con la pareja de su mamá eran una punta por dónde empezar. Este hombre fue el primer demorado, pero fue dejado en libertad una vez que las pruebas apuntaban a los hermanos Ferrari.
Hoy, temprano en la mañana, María fue llevada para una nueva declaración ante el fiscal ya había declarado en la comisaría– y para una entrevista con el servicio de asistencia social de Junín. Fuentes judiciales informaron que el encuentro con el fiscal no era de mayor interés para la causa.
La investigación sigue con la principal hipótesis centrada en los hermanos Ferrari. Ayer, la Policía Científica realizó pericias con luminol en las casillas de los imputados y encontraron, en el lugar donde dormía uno de ellos, restos de sangre.
Ahora resta que la Fiscalía reciba el resultado de las muestras de ADN ordenadas para determinar si esa sangre corresponde a Nahuel. Este mismo análisis se realizará con el caño hallado en la escena del crimen y con la ropa de los imputados.
Otro elemento que señala que Nahuel estuvo en una de las casillas de los Ferrari se desprende de la autopsia: según contó Jorge, el examen confirmó que poco antes de ser asesinado, Nahuel había comido una banana. En una de las casillas de los Ferrari se halló la cáscara de la misma fruta.
Desde el Ministerio Público guardan prudencia: “Hasta que no estén los resultados de las pericias no queremos descartar ninguna hipótesis”. Pero a la vez aseguran que existen elementos para imputar a los Ferrari y por eso la Justicia de Garantías convalidó las detenciones.
Tampoco se descartan hipótesis sobre los motivos que llevaron al crimen. La posibilidad de que se trate de un intento de abuso sexual es una de las líneas de la investigación. También se analiza si existía algún problema entre los hermanos Ferrari y el chico. “No sabemos qué pudo haber pasado”, dice Jorge.
***
Nahuel está sentado en una silla pequeña. Su maestra, detrás de él, un una más alta. Ella le acaricia el pelo. Él, sonríe. Es jueves por la tarde y están en el taller de cine de la Escuela. “Esa es la imagen con la que me quiero quedar”, dice Laura, directora de la Escuela Primaria Número 7, Antártida Argentina. Quizás el lugar donde más se nota hoy la ausencia de Nahuel. En la puerta del edificio hay un cartel: “Martes 15 clases normalmente”. Ayer hubo asueto por luto. Laura dice que fue muy difícil volver al trabajo y que están con la cabeza puesta en contener a los compañeros de Nahuel, sobre todo a su mejor amigo.
Nahuel cursaba, desde abril, quinto grado, el curso escolar que correspondía con sus once años. “Tenía el rendimiento académico de cualquier nene de esa edad”, dice Laura. “Era un chico más de los 120 que vienen a clases”, dijo. Y agregó: “Era un chico que necesitaba del afecto”.