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Infojus Noticias

30-11-2014|12:05|Violencia Buenos AiresProvinciales
El lunes próximo declararán los últimos testigos de la causa

Empezó el juicio por el femicidio que conmovió a la ciudad de Olavarría

Pablo Luis Barbato está acusado del asesinato de Graciela Tirador. La mujer estaba separada, tenía tres hijos y era abuela. Él la sedujo por las redes sociales. “Él a través de Facebook se dio cuenta de que mi mamá era una persona romántica”, dijo una de sus hijas. En 2012 la relación terminó, pero él la siguió acosando. La terminó matando a golpes el año pasado.

  • Foto: www.infoeme.com.ar
Por: Claudia Rafael, desde Olavarría.-

De aquella cuenta de Facebook que Pablo Luis Barbato utilizó en septiembre de 2011 para seducir a Graciela Tirador, apenas queda su foto de perfil y ningún amigo. De a poco, entre el 13 de enero del año pasado y este 25 de noviembre en que se inició el juicio oral y público en su contra, todos lo fueron eliminando hasta dejarlo arrinconado en el más profundo ostracismo. Ahora, sólo le resta esperar, en su calabozo del penal de Sierra Chica, el día de los alegatos y la sentencia que le anunciará su destino. “Estoy convencida de que va a ser condenado por homicidio doblemente agravado por femicidio y por ensañamiento”, definió Elda Donatelli, la abogada querellante. Y los testimonios escuchados a lo largo de las dos primeras audiencias desnudan como un prisma múltiple el perfil de ese hombre de 64 años definido a la vez como seductor y “sin resonancia afectiva”, irritable y hostil, manipulador, narcisista y con “un sentimiento de superioridad con respecto al otro que incluye la figura femenina”.

El lunes próximo declararán los últimos testigos de la causa. Y luego vendrán los alegatos de las partes hasta escuchar, a mediados de diciembre, el fallo del Tribunal.

Aquel domingo de 22 meses atrás, la historia viró definitivamente en esa geografía tranquila y pudiente del barrio Roca Merlo de la ciudad que se reivindicó “capital del trabajo y del cemento”. A escasa media cuadra del arroyo Tapalqué, el que tajea Olavarría en dos y que en 1980 y 1985 irrumpió violentamente en las calles y casas. Allí vivía Graciela Tirador, contadora pública, trabajaba en el Registro del Automotor Nº 1, divertida, llena de amigos, independiente económicamente, separada, madre de tres hijos profesionales, abuela de dos nietos a los que adoraba. Una mujer que deseaba que el día de su muerte, que imaginaba lejana y mansa, sus hijos esparcirían sus cenizas en el mar.

Pero Barbato, un hombre al que conoció por redes sociales, la fue enredando en una telaraña de la que Graciela no pudo escapar. “Mamá estuvo sola los últimos años. No tenía pareja. Creo que él a través de Facebook se dio cuenta de que mi mamá era una persona romántica. Ella había puesto en su perfil: ‘Creencias: el amor’. Y nosotros nos reíamos. Y le decíamos: ‘Ay, mamá, qué ilusa’. Barbato le escribía poemas, le regalaba flores, le preparaba el desayuno. Le decía palabras bonitas todo el día”, reconstruyó María Melotto, una de las hijas, poco después del crimen. Ya después todo cambió: “Ella se puso más flaca, comenzó a deteriorarse físicamente. Dejó de salir, por teléfono hablaba en voz baja, comenzó a tener miedo”, reveló.

A mediados de 2012 el vínculo se había extinguido. Graciela expuso denuncias por amenazas. Se ordenó una prohibición de acercamiento contra Barbato. Pero todo se fue enrareciendo y volvió la andanada de intimidaciones: un día, fotos con amenazas; al otro, flores y un “te amo, a pesar de tus silencios”, cuentan sus hijos.

El domingo 13 de enero de 2013 la ciudad amaneció tarde, intentando sacudirse la resaca del inicio de los corsos en el Parque Eva Perón. En el chalet de José Luis Torres al 2400 sonó el teléfono una y otra vez y nadie respondía. Su familia temió lo peor. Poco después de media mañana, ese miedo se transformó en certeza. Uno de los vecinos terminó confirmando –al entrar, a pedido del yerno de la víctima- la tragedia. “Había rastros de sangre en el piso. Los empecé a seguir y veo que van para el baño. Intenté entrar pero no pude, estaba trabada. Miré por la hendija y ahí la vi a Graciela”, contó Fernando Lardapide ante los jueces Joaquín Duba, Martín Céspedes y Gustavo Borghi, del Tribunal Oral en lo Criminal 1, de Azul.

Un caño de metal galvanizado o un bate de beisbol (o ambos) habrían sido las armas homicidas. Los rastros de sangre de la mujer permitieron ubicar que las primeras agresiones arrancaron ni bien se entreabrió la puerta de la casa, aunque el escenario de las violencias más atroces fue el comedor. E final para Graciela ocurrió en el baño, donde Lardapide alcanzó a espiar su figura.

Una mancha de sangre –que luego se supo que coincidía con el ADN de la mujer- fue hallada poco después, durante un allanamiento, en el garage de la casa de Barbato. Allí se secuestraron diversas prendas que, sin embargo, habían sido lavadas horas antes.

Cada detalle, cada testimonio, fue escuchado desde el lunes por el público, entre el que no se encontraba ninguno de los hijos de Graciela, en un afán de preservarse de los costados más escabrosos y crueles del final de su madre. Y a las pocas horas de iniciada la primera audiencia, se concretó en las calles céntricas de Olavarría una marcha contra la violencia hacia la mujer. Motorizada por Carla Melotto, una de las hijas de la primera mujer en el país asesinada a poco de incluida en el Código Penal la figura de femicidio.

En una ciudad en la que, casi como un símbolo de fuego, el primer crimen de género ocurrió el 6 de junio de 1888, a los 21 años de la fundación de Olavarría. Fue cuando el cura párroco Pedro Nolasco Castro Rodríguez asesinó a su esposa, Rufina Padín y Chiclana, y a Petrona María, la pequeña hija de ambos de 10 años. El tiempo, años más tarde, aglutinaría otros nombres en el largo listado de femicidios, mucho antes de que naciese esa definición: Olga Yapour, Karina Mairani, Vanesa Cazola, Mairel Mora, Olga Serantes, Nelly Garisoain, Germán Esteban Navarro (travesti conocida como Mara), Andrea Trinchero, Dana Pecci, Magalí Giangreco, María Aurora Rodríguez, Tamara Bravo y Silvia Machesi.

Mientras tanto, para los hijos de Graciela persisten en sus memorias aquellas frases típicas que aún hoy recuerdan de Barbato: “Decía que ‘las mujeres son inferiores’ y que ‘los hombres somos cazadores depredadores por naturaleza con las mujeres’”, reveló María. O aquella otra que se volvió a escuchar en la sala de audiencias. Barbato advertía: “De la tierra no se sale, pero de la cárcel sí”, mientras “le decía a mamá que nos iba a enterrar a todos en el patio”.

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