Lo declaró Elisabet Belkys, mamá de Franco Almirón, en la segunda audiencia del juicio oral. También declaró María Elena Ramos, la madre de Mauricio Ramos. Los dos adolescentes fueron asesinados en febrero de 2011. Hay dos policías enjuiciados. Hoy también dieron su testimonio tres amigos de los chicos y complicaron más a uno de los acusados.
En la segunda jornada del debate oral por la Masacre de La Cárcova declararon las madres de los dos chicos asesinados, María Elena Ramos y Elisabet Belkys Almirón. Tres testimonios más complicaron al policía Gustavo Rey, acusado de disparar con una escopeta a Franco Almirón (16) y Mauricio “el Pela” Ramos (17). Los acusados son el subinspector Gustavo Vega, de la comisaría 2ª de San Martín; y el oficial Gustavo Rey, del cuerpo de la Policía Buenos Aires II. Llegaron, igual que ayer, con chalecos antibala y custodiados de cerca por hombres macizos. Rey pidió permiso para no presenciar la audiencia y se le permitió retirarse de la sala justo antes de que las madres de los jóvenes dieran sus testimonios, cargados de dolor y emoción.
Además de las mamás, declararon tres muchachos que estuvieron presentes en el lugar de los hechos y que describieron con lujo de detalles a Rey: alto, flaquito, ni muy morocho ni muy blanquito, con corte de pelo rapadito en los costados “con pirinchito” arriba, que llegó con anteojos de sol en una moto y después apareció desde atrás de los vagones del tren que había descarrilado.
Joaquín Romero (19) sobrevivió por milagro, aunque quedó gravemente herido con dolencias que lo aquejan hasta hoy. Es un testigo crucial para el debate oral, y declaró ayer. Esta mañana entró a la sala de los tribunales de San Martín y quiso sentarse con los amigos del barrio que lo acompañan, en el sector destinado al público. Pero su abogado se acercó a buscarlo y le pidió que se ubicara en las primeras filas, junto a los familiares de las víctimas y damnificados, a la izquierda de los jueces.
La mamá de Franco sabía que iba a declarar su hijo Javier, y ella pretendía entrar al juicio como parte del público. Cuando se presentó en la puerta de la sala del Tribunal Oral Criminal Nº 2 de San Martín se sorprendió cuando le dijeron que estaba citada como testigo. Ella no estaba cuando le dispararon a su hijo. Recuerda que ese día estaba lavando nylon, para venderlo, junto a sus otros dos hijos.
“Me lo trajeron entre seis o siete pibes, porque mi hijo era gordo, y me lo dejaron ahí muerto en la esquina. Lo llevamos a la salita Agote. Después de eso, estuve internada dos meses, porque me volví loca. No me acuerdo nada más. Después me fui enterando lo que pasaba, escuché varias versiones, pero no encuentro explicación. Me dijeron que fue la policía que le pegó un escopetazo, que él estaba parado ahí, en la calle”. La voz de Belkys, la mamá del “Gordo”, cobró más fuerza cuando le respondió al defensor de Rey sin siquiera interesarse en su pregunta: “Yo me quedé sin mi hijo y ellos están vivos, y acá peleando a ver si pueden salir libres”. Trajo la foto de su hijo en un portarretratos. Lo miraba, lo abrazaba. No pudo quedarse toda la audiencia porque le bajó la presión, y los familiares y amigos le recomendaron que se vaya a su casa.
María Elena Ramos, la mamá del “Pela”, tenía puesta una remera con la cara de su hijo. Ante las preguntas de los fiscales Ana Armetta y Raúl Sorraco, contó que llegó a su casa de su trabajo, y se fue a la salita Agote. Vio como a su hijo estaban tratando de ponerle oxígeno. Enseguida lo trasladaron al Hospital Belgrano: lo llevaron al quirófano, pero no llegaron a operarlo. No le hicieron muchas preguntas más. Se quedó en la sala con su hermana Analía, que le acariciaba el pelo mientras descargaba su llanto.
Los pibes de la esquina
Hay un monolito en una esquina de La Cárcova, con las fotos del “Pela” y el “Gordo”. Y ese es el escenario donde los mataron, y donde le dispararon también a Romero. El cuento de los tres testigos que declararon a continuación fue igual. Hay un árbol, cerca del puente que va para las vías. Por ahí se iban juntando para ir a la quema del CEAMSE. Y desde ahí vieron llegar a dos motos, con cuatro policías por la calle Aguado. Una se acercó más y se bajó un policía alto, flaco, con corte de pelo con pirinchito y anteojos oscuros. Disparó para que la gente retrocediera. No lo logró y se fue, junto a la otra moto.
Ese mismo policía apareció después desde atrás del tren, acercándose para el lado del barrio. Suponen que llegó hasta ese lugar por un cementerio de autos que hay detrás. La gente corría, buscaba refugiarse. La represión que había comenzado al lado del tren descarrilado ahora estaba en la orilla del barrio. Al lado del árbol había una pila de chatarra, y algunos decidieron esconderse ahí. Sentían que estaban en peligro. Se quedaron agazapados hasta que les tiraron una bomba de humo, se les llenaron los ojos de lágrimas y tuvieron que salir. Ni bien se asomaron, para salir corriendo, para salvarse, ese mismo policía disparó contra los chicos. Y les dio.
Javier Almirón tiene tatuado el nombre de su hermano Franco en el brazo. Quedó más cerca del “Pela”, atrás de la pila de chatarra. Hoy contó que vio al mismo policía, alto, con ateojos de sol, tirar una primera bomba de humo que falló, y otra que dio en la chatarra. Con el humo saliendo aprovechó para acercarse y le disparó a Mauricio. A su hermano lo vio en piso, cuando ya le habían dado, y con otros amigos lo llevó hasta la esquina de su casa.
Lo mismo relató Ángel Aguirre, primo del “Pela”. Después de la bomba y del primer disparo que impactó en el hombro de Mauricio, se escucharon más tiros. Describió a Rey de la misma forma: los anteojos de sol, el corte de pelo, la actitud cuando disparaba con la escopeta. También contó que vio desde atrás de los vagones a un hombre canoso con un arma de puño. “Apuntaba pero no tiraba, como que se reía porque no nos podía enganchar”, dijo. A ese mismo hombre lo vio dos días después junto a la fiscalía y a Gendarmería, recogiendo pruebas en el lugar, con una remera rayada.
Ángel siente hoy culpa, porque llegó a agacharse cuando vio al policía, pero su primo no. “Me dieron”, le dijo el “Pela”. “De toque se puso re débil. No caminaba. Lo llevamos a lo de la Tía”.
Marcelo Gómez se acordó con mayores precisiones del momento en que le dispararon a Franco. Porque en un momento en que otras personas huían para un pasillo, el “Gordo” lo llamó para que se escondieran juntos atrás de la misma pila de chatarra. “Yo me quería ir. Tiraron una granada de humo y al toque se escucharon banda de tiros. De un lado le dieron al ‘Pela’ y del otro a Franco, casi en el mismo momento. Me di cuenta que le habían dado al ‘Pela’ y miré para buscar a Franco, y estaba en el piso”, declaró. Coincidió con la descripción del agresor: “Había uno flaquito, escondido atrás de un vagón, pelo rapadito y anteojitos”.
Al comienzo se incorporó el testimonio de la abuela de Mauricio, Juana Ramos, que había contado que se acercó hasta al lugar donde está la pila de chatarra porque había mucho revuelo, que ahí se enteró que le habían disparado a los chicos pero que tuvo que volver porque con su hija Analía habían dejado solo al bebé, pero se encargó de enfatizar que ella quería convencer a testigos de que declaren pero tenían miedo. También se incorporó ayer el testimonio de María Ramos, otra tía de Mauricio, que se encuentra fallecida, que aportó a la causa un cartucho rojo que le acercaban los chicos. A su casa lo habían llevado a Mauricio cuando se desvaneció.