Juan José Losinno, el abogado de Claudio Grande, hizo un alegato de más de seis horas. Grande fue Personal Civil de Inteligencia (PCI) del Destacamento 101 durante toda la dictadura, pero el defensor insistió en que su cliente nunca pisó La Cacha.
Durante más de seis horas de alegato, Juan José Losinno, el abogado defensor de Claudio Raúl Grande, volvió a asegurar que su cliente -un agente de inteligencia que integró el Destacamento 101 durante toda la dictadura- nunca pisó ni supo de la existencia de La Cacha. El centro clandestino de detención y tortura con ese nombre funcionó en las afueras de La Plata y estuvo –como ningún otro en la región- bajo la exclusiva conducción de sus jefes directos. "También alegaron Martín Herrero Carré, defensor de Luis Orlando Perea, para quien la fiscalía había pedido la absolución, el defensor de Julio Garachico, Julio Beley, y el imputado Jaime Smart, que asumió su propia defensa"
Losinno desplegó la defensa de Grande en dos planos. Primero intentó demostrar que Grande no es el guardia apodado “Pablo” que señalaron en un álbum fotográfico varios testigos. Para eso, expuso un relato argumentando que el verdadero represor es un hombre que está libre y a quien, según su versión, los altos mandos del Ejército Argentino protegen. Por otro lado, denunció supuestas irregularidades en la investigación preliminar y en el desarrollo del juicio oral. “Si no fuera un juicio de lesa humanidad, con la nulidad que voy a plantear se cae todo”, advirtió en uno de los pasajes más encendidos. Después lo relativizó. “No voy a hacer ni denuncias ni voy a pedir nulidades, simplemente voy a mencionar barbaridades que se han cometido, que no sé si no son delitos”, expresó. Y comenzó a desgranar los pormenores de una supuesta gran confusión.
La estrategia
Losinno empezó a hablar -con momentos de gran histrionismo- al mediodía de ayer, mientras varios familiares de los acusados -que ayer eran muchos- seguían su diatriba desde las gradas del primer piso. Plasmó en su alegato la estrategia que sostuvo todo el juicio: que Claudio Grande, quien cumplió funciones en el Destacamento de Inteligencia 101 con una categoría A2 de “redactor dactilográfico”, se limitaba a hacer recortes de diarios y producir informes inocuos sobre seguimientos de las áreas gremiales y políticas de la realidad nacional. Un simple escribiente cuya mejor virtud era el dibujo con óleos, alguien que nunca escuchó el nombre de La Cacha.
Según su versión, el guardia apodado “Pablo” que desde inicios de la década del ‘80 vienen mencionando ante los funcionarios judiciales los sobrevivientes de La Cacha, es Estanislao Chiara Vieyra, un agente de inteligencia de gran parecido físico, que aparece –al igual que su cliente- en las listas desclasificadas del personal civil del Batallón 601, estuvo destinado al Destacamento 101 y también, como Grande, estudiaba en la Facultad de Veterinaria de la Universidad de La Plata.
Según su versión, su legajo habría sido ocultado por sus contactos indirectos con Milani. Y citó el perfil de Linkedin de la hija del militar, Chiara Veyra. Según el defensor, la hija de este supuesto militar al que confunden con Grande, sería secretaria privada del Jefe del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, Luis María Carena.
Ayer comparó los dos legajos en una pizarra frente al tribunal, señalándolos con un puntero láser. Mostró sus similitudes físicas pero sus supuestas diferencias vocacionales. “Grande era dibujante; el otro karateca”, ejemplificó. “Grande no tuvo cursos de ninguna clase; Chiara Vieyra tenía aptitud especial de inteligencia”, sumó. “Grande fue calificado en Subversión y Contrasubversión con 5; Chiara Veyra con 8,75”.
Además, pretendió demostrar que Grande no responde a los dichos de algunos testigos sobre “Pablo”. Ellos habían mencionado que se paseaba con un perro policía por La Cacha. “A Grande le gustaban los caballos, no los perros”, dijo, nombró a “manchita”, una perra pequeña, su única mascota durante dos décadas. Y mencionó las fotos de ovejeros alemanes que descargó del facebook de la esposa de Chiara Vieyra. Evaluó que la red social puede aportar “datos similares a los de un ADN”-.
Quién era y qué hacía Claudio Grande
Como publicó Infojus Noticias antes del inicio del juicio, Grande fue recomendado para el Destacamento cuando estaba por graduarse del secundario. Las listas oficiales marcan su ingreso “transitorio” el 1 de diciembre de 1975 a la Central de Reunión de Inteligencia (CRI), el corazón operativo del órgano que dirigió la represión en la zona. “No todos los PCI estaban en la represión”, dijo ayer Losinno.
En 1982, Claudio Grande se recibió de veterinario y pidió un ascenso. Entre las razones para que se lo concedieran, esgrimió “tener la posibilidad de ejercer tareas docentes que me facilitarían el acceso a las actividades que desarrollan las organizaciones de izquierda dentro de la Universidad donde cursé los estudios, facilitándose producir valiosas informaciones”. La superioridad aceptó, y Grande recibió un nombre falso. “Fue infiltrado en el 83”, admitió Losinno, aunque excusándolo. “La inteligencia es necesaria. El tema es que se hace con esa información. Seguro que en esta sala hay uno o dos infiltrados”, disparó.
Losinno dijo que la fiscalía federal de La Plata había pedido la detención de Estanislao Chiara Vieyra. Eso también fue planteado por al menos tres testigos, que reconocieron a los dos Pablos distintos dentro del chupadero. Losinno acusó a un antropólogo que perteneció al Equipo Argentino de Antropología Forense, Alejandro Incháurregui, de haber sugerido esa versión.
Nadie es perfecto
Según las fuentes de la investigación, Claudio Grande fue señalado por cuatro sobrevivientes uno de los carceleros de La Cacha. Tres lo señalaron durante la etapa de instrucción y volvieron a hacerlo en el juicio oral. Una cuarta persona lo señaló en el debate oral, porque no había declarado en primera instancia. Ayer Losinno insistió en señalar cuestiones técnicas de la instrucción de la causa, que transcurrió en el juzgado federal 1, a cargo entonces del juez Manuel Blanco. Dijo que determinadas pruebas y testimonios se habían relevado sin la presencia del juez.
Para fundamentarlo, glosó testimonios que nombraban sólo a las “chicas del juzgado”. Además, mencionó la crónica de una audiencia publicada por Infojus Noticias y escrita por Laureano Barrera después de la declaración de los mellizos Matías y Gonzalo Reggiardo Tolosa. En su testimonio, Gonzalo contó que se acercó espontáneamente al juzgado federal de La Plata. Y que una de las secretarias le preguntó quién era su padrino de bautismo: cuando Gonzalo nombró al imputado Ricardo Fernández, las empleadas le mostraron el legajo. Aquello por sí sólo no prueba, como dijo Losinno, que en los reconocimientos no haya estado Manuel Blanco. Pero aún si se probara, el reconocimiento de Fernández no anula los reconocimientos positivos de Grande.
Al final, el defensor de Grande le pidió al Tribunal que “no se le den demasiado trascendencia a esos reconocimientos” que habían “perdido credibilidad”. En cuanto a los señalamientos del juicio oral, opinó que “habría que haber hecho 27 reconocimientos, todos en una misma audiencia y no con fotocopias de las fotos”.
El abogado contó que desde el inicio del juicio se opuso a la televisación y la criticó. También los informes del Comité para la Defensa de la Salud, la Ética y los Derechos Humanos (Codeseh), el organismo que contiene y acompaña psicológicamente a las víctimas del terrorismo de Estado y a los familiares que declaran. “Todas estas cosas me lleva a creer que los testigos están permanentemente siendo oyentes de hipótesis que hacen a una realidad que ellos no percibieron”, dijo.
A pesar de las acusaciones a los métodos del Tribunal, Carlos Rozanski, Pablo Jantus y Pablo Vega estaban distendidos. En su exposición, Losinno parafraseó al jurista Perfecto Andrés Ibáñez y enfatizó que su primer nombre era Perfecto, “salvo que mi edición esté mal”, dijo. El presidente Rozanski lo interrumpió con una humorada:
- Doctor, nadie es Perfecto.
Hubo risas, de ambos lados. Tal vez las últimas entre Losinno y el Tribunal.