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Infojus Noticias

26-5-2014|19:16|Cautiverio Buenos AiresProvinciales
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Molina dice que Jesús Olivera le endulzó los oídos

El cautiverio de Molina: "No hubo un sólo día en que me dieran respiro"

La mujer que estuvo cautiva durante tres meses, por la pareja que hoy condenaron, habló con Infojus Noticias sobre sus días en el infierno y cómo logró huir. Dijo no tener ni odio ni recor contra sus captores. El rol de su hija y su familia en la recuperación.

  • Sonia Molina. Fotos Sol Vázquez
Por: Cecilia Devanna, enviada especial a Bahía Blanca

“Salí por una ventana común que daba al patio trasero, de ahí fui al fondo, subí a unos tambores y salté al patio de la casa de al lado. Después intenté ir para un tercer patio pero había un perro y me escapé por el ventiluz de un portón. Traté de correr lo más que pude y miraba cada cinco segundos para atrás. Eran cerca de las siete de la mañana y me empecé a cruzar con un montón de gente, pero todos se espantaban cuando me veían”, así recuerda Sonia Molina la mañana del 12 de noviembre de 2012 cuando logró escaparse de la casa donde estuvo cautiva durante tres meses. Estaba deshidratada, desnutrida y con marcas de golpes y abusos. Hoy el Tribunal Oral en lo Criminal Nº 1 condenó a 13 años de prisión a la periodista Estafnía Heit y a 18 años a su marido, el falso pastor Jesús Olivera por los tormentos a los que sometieron a Molina, en una casa de Coronel Suárez.  Sonia dice que está “conforme con la condena”.

Sonia  llegó al amanecer de hoy a Bahía Blanca desde Río Colorado, la ciudad de la que es oriunda y a la que volvió unos días después de escapar de su cautiverio. Está tranquila, acompañada por su mamá y dos hermanas y en una larga charla con Infojus Noticias habló con serenidad sobre los días en los que vivió en el infierno, “no hubo un solo día en que me dieran un respiro” y sobre los que atraviesa ahora.

Volver del infierno:

 “Somos un montón en la familia, yo hasta tengo siete sobrinos nietos”, explica orgullosa. Sonríe tímida al principio y se suelta más después. Cuenta que el apoyo de su familia fue clave para salir de los tormentos que le generaron los tres meses en los que estuvo cautiva en la casa de la calle Grand Bourg, en Coronel Suárez, que compartían Heit y Olivera.

“Yo salí del hospital y el 4 de diciembre uno de mis hermanos me fue a buscar para llevarme a casa. Cuando ibamos hacía ahi pensé que quizá era demasiado pronto”, explica. Allí, junto a toda su familia la esperaba su hija. La nena había quedado al cuidado del ex esposo de Sonia y aun hoy, dos años después, continúa viviendo con él. Se ven los fines de semana y por eso Sonia buscó un trabajo que fuera de domingo a viernes. Cuida a una persona mayor y vive con su madre.

Los viernes va al hospital a recuperarse de “las secuelas físicas que me quedaron”, explica.  “Me falta hierro, calcio y tengo muchos dolores” enumera. En el hospital también hace terapia para superar las huellas que no se ven, las que no están en el cuerpo pero que lastiman aún más. El tratamiento es una pata fundamental para sobrellevar el horror que vivió desde que comenzó su cautiverio y del que logró salir con las últimas fuerzas que le dejaron los 20 kilos por debajo de su peso que tenía en ese momento.

“Yo pude salir adelante por la convicción al amor por la vida, a mi familia, por querer aferrarme a la vida. Y fundamentalmente a mi hija”, detalla. Sobre lo que Sonia vivió, su hija conoce solo una parte, “lo que una nena de 12 años puede saber. Está contenida en casa y en la escuela y tiene las puertas abiertas de un psicológo”. Hablando del futuro y de si se imagina el día en que hablaran de todo lo que pasó dentro de las cuatro paredes de esa casa, Sonia es contundente:  “no pienso en algo que todavía no pasó o no sé si va a pasar. No pienso en nada que no esté sucediendo”.

A cada palabra Sonia deja en claro que lo suyo es mirar siempre para adelante y evitar recordar lo que pasó, como sí tuvo que hacerlo en la primera jornada del juicio en la que declaró.  “Yo todo el tiempo me aferro a la idea de que estoy viva, con eso sigo. No voy para atrás ni siquiera para tomar envión”.

En la primera audiencia del debate, Sonia volvió a ver a Heitt y Olivera. Fue la primera vez desde que se escapó. “Tenerlos cerca fue shockeante y a la vez yo estaba muy tranquila. Tampoco es que los miré fijo. Los tenía como de costado, pero estaba bien. Incluso estaba preparada mentalmente por si tenía que ir a un careo con ellos.”

El careo no se realizó porque Heitt y Olivera se negaron a declarar en el juicio y por ende no hubo contradicciones entre los relatos de ellos y el de Sonia. 

El apoyo:

A Sonia le soprende el apoyo de la gente. Le hablan cuando va por la calle, le dan aliento, algunos le cuentan que pasaron por situaciones de abusos. “La primera vez me sentí muy extraña, como que no sabía qué hacer, porque es muy fuerte. Pero me hacen sentir muy acompañada”, explica.

Pero si alguien hizo sentir a Sonia que no estaba sola tras hacer la denuncia, esa fue María Marta Corrado, la primera fiscal del caso, que se alejó para dedicarse a la política. “Ella me apoyó tanto desde lo emocional como desde la constancia en el trabajo. Su alejamiento me sorprendio y de hecho se lo expresé, pero seguimos en contacto, estuvimos hablando mucho todo el tiempo”, dijo.

Historia de estafas, abusos y lesiones:

Sonia conoció a Olivera en su pueblo natal a mediados de 2009 cuando él le comentó de un proyecto solidario y ella se entusiasmó. “Lo que él hizo fue endulzarme los oídos, yo hoy me doy cuenta de que todo lo que me decía era para hacer lo que terminó haciendo”, explica. Porque a Sonia primero la estafaron, Heitt y Olivera la obligaron a vender su casa dos veces.”Yo tengo dos denuncias por estafas, en el Juzgado Nº 30 de Choele Choel. La casa la entregué a uno de los compradores”. Luego la llevaron a su casa, la redujeron a la servidumbre y la atormentaron con los golpes y abusos.

“Ella decía que era pastora, se presentó así. Me dijeron que me iban a ayudar a que estudie contabilidad para encargarme de Visión 21, el proyecto que estaban armando. Pero me llevaron a Coronel Suárez y ahí empezó todo”, recuerda.

Tras su fuga, a Sonia la ayudó un sereno que trabajaba en la zona y le dio plata para que tome un remis y vaya a Colonia II, una población cercana a Coronel Suárez. “Fuí a lo de los Herr, una familia para la que había trabajado un tiempo antes”. Una vez ahí la recibió Néstor Herr, “él no me reconoció. Yo estaba super delgada, sucia y el pelo de un color ciruela, porque me lo teñían el pelo seguido, para que no me reconocieran”. Después llegó Liliana, la esposa de Néstor, “me vió y se largó a llorar. Después me llevó al baño para que me duche y ahí me ví en el espejo y fue un horror, una imagen que no me voy a olvidar mientras viva. Dice y se señala la parte de la cadera, donde era piel y hueso y estaba llena de escaras y hematoma”.

Un te y una torta fue lo que le acercó Liliana. Sonia solo pudo tomar unos sorbos de te para calentar el cuerpo. Después fue a la comisaria y la clínica. Cuando llegó se desmayó.  “Estaba horrorizada de que me volvieran a llevar. Hasta que no supe que estaban presos no me quedé tranquila.

Entender el horror

“No tengo odio, ni bronca, ni rencor para con ellos”, explica Sonia. “No me lo permito, porque la única que se perjudicaría con todo eso sería yo. Lo sí que sentí cuando estaba en la casa fue mucha impotencia”, explicó Sonia.

“Hasta el día de hoy no logro comprender por qué hicieron lo que hicieron. Yo no podía emitir sonido, sino todo era una golpiza”, relata sobre esos días. “Siempre intenté estar calmada, en eje, pero si con algo me quebraron fueron cuando me dijeron que iban a violar a mi hija. Decían que lo iba a hacer él y ella relataba cómo, todo con lujo de detalles”, relata y por primera vez en toda la charla se muestra vulnerable. “El daño es irreparable en cierto punto y uno tiene que aprender a convivir con lo que le pasó”, reflexiona y vuelve sobre el día en que huyó del horror. “Las fuerzas para salir me las dio el pensar que me moría y en mi hija. Era ese día o no estaba hablando hoy con vos acá”.

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