El comisario Mario Briceño es el responsable del operativo del 3 de febrero de 2011 que terminó con dos muertos y un herido de gravedad en José León Suarez. Ayer declaró como testigo en el juicio contra dos de sus subordinados. Uno de ellos lo señala como el jefe que lo presionó para autoincriminarse.
Ayer declaró en el Juicio por la Masacre de La Cárcova el ex jefe de la departamental de San Martín Mario Briceño, responsable del operativo que terminó con la muerte de dos jóvenes. Briceño es señalado por el subinspector Gustavo Vega, uno de los policías detenidos por el doble crimen, como uno de los jefes que lo presionó para que se autoincriminara por las heridas que recibió Joaquín Romero. El otro acusado es el oficial Gustavo Rey, del cuerpo de la Policía Buenos Aires II, que habría matado a Mauricio Ramos y Franco Almirón.
Briceño es una figura conocida en la zona. Luego de la masacre siguió durante un año en su cargo, hasta que el vicegobernador Gabriel Matiotto reclamó que fuera desplazado. En paralelo, fue mencionado en el informe de la Comisión Bicameral sobre el Caso Candela y cuestionado por la justicia porque el narcotraficante Mameluco Villalba gozaba de protección policial en su distrito mientras tenía pedido de captura.
Vestido con traje y zapatos de cuero, Briceño ayer declaró que se enteró de la represión en el barrio La Cárcova mientras estaba en la autopista del Buen Ayre. Allí, dijo, habían matado a un policía para robarle el arma y el chaleco. El comisario de la 4ª de Suárez, Víctor Uhalde le contó del tren descarrilado y decidió ir al lugar. Después, por Nextel, Uhalde le relató que hubo “un enfrentamiento” y que había “civiles heridos”. Briceño quiso saber si los autores de los disparos habían sido policías o no. El comisario Jorge Antonio Cortez le dijo que "un personal había hecho uso de postas de guerra”. Entonces Briceño se desplazó hasta la comisaría de Ballester y se entrevistó con Vega, señalado como el autor de los disparos contra Romero, el sobreviviente.
Aunque el juez le advirtió que no debía revelar el contenido de esa charla a menos que se lo preguntara el defensor de este acusado, Briceño dio a entender que Vega se autoincriminó: “Lo tranquilicé, le dije que iba a tener las garantías para su defensa y que no me contara más”, declaró.
El ex jefe de la departamental fue interrogado sobre el uso habitual de postas de goma y de guerra. Normalmente, dijo, se lleva posta de guerra en la guantera del auto. Y explicó que ambas postas se diferencian por el color y porque tienen distinto peso: pueden reconocerse sin mirar. Uno de los argumentos de Vega, acusado por disparar contra los jóvenes del barrio La Cárcova, es que Ignacio Azário le pasó una posta y que él había disparado manteniendo la vista fija en un joven que lo apuntaba. Dijo en su declaración que advirtió el contenido al sentir el estruendo. Vega era instructor de tiro.
Otro dato que aportó Briceño es que si bien no es recomendado el uso de munición de guerra en las escopetas, sí se pueden usar en la zona bancaria para prevenir salideras y robos. Carrión, el compañero de Rey, declaró que ellos estaban patrullando en la zona comercial cuando recibieron el llamado para ir a Suárez.
Bomba de humo
Carlos César Aguirre es uno de los policías que lanzó bombas de humo que obligaron a los chicos a salir de su escondite antes de ser alcanzados por las balas. Aguirre contó que tiró tres veces los cilindros, que acordó con Uhalde hacerlo sobre la pila de chapas, y que luego de que saliera el humo sintió que había “cesado la agresión” de los vecinos contra la policía.
El día de la masacre, Aguirre llegó a la comisaría 4ª cerca de las 4 de la tarde, y se encontró con el comisario Uhalde, “que era nuevo”, buscando más municiones de goma. El comisario repartía 50 cajas de 12 balas entre todos los policías que estaban formados atrás del tren. Contó que reconoció a los policías de la Buenos Aires II, porque son más “jóvenes y esbeltos”, y aseguró que no tenían casco puesto. Agregó que vio que uno de los policías de esta fuerza, más alto que el resto, con cartuchos rojos (de plomo) en su chaleco de carga. Rey es alto, flaco y joven. Viene sosteniendo a través de su defensor que nunca se sacó el casco de la cabeza. Que disparó las 5 postas de goma que tenía: 2 cuando entraron al barrio –y quedaron del otro lado del tren– y otras 3 desde atrás del tren, con el resto de los policías. Los testigos recuerdan a Rey por ese primer cruce, y después lo vieron apuntando entre los vagones.
Ángel Aguirre, primo de Mauricio Ramos, admitió haberle tirado piedras a Rey en ese primer momento. Más tarde, vio que el policía lo buscaba entre los manifestantes. Ayer Aguirre estuvo en la sala, con expectativas de ver a Rey en persona, porque el día que declaró como testigo Rey pidió permiso para ausentarse. “Estoy seguro, es él, tiene el mismo corte de pelo y todo”, dijo.