Lo dijo a Infojus Noticias Maximiliano Peralta. Denunció que el sábado un móvil policial les disparó a él y a su primo Fernando “Weré” Pellico mientras iban en moto. El chico de 17 años murió como consecuencia de los balazos. Hoy hubo una marcha en Córdoba para pedir Justicia. Uno de los policías fue imputado por “homicidio agravado”.
Rengo por la herida que le dejó la policía en su pierna derecha, pero con mucha bronca e indignación, el joven Maximiliano Peralta encabezó esta tarde la marcha en reclamo de justicia por la muerte de su primo, Fernando “Weré” Pellico. El sábado, en el barrio Los Boulevares, al norte de Córdoba, un móvil policial abrió fuego contra los chicos, que iban en moto, y asesinó a “Weré” e hirió a Peralta. “Nosotros solo queremos justicia. A mi primo lo mataron como un perro y si yo no corría, también me remataban. Por correr estuve preso y me imputan resistencia a la autoridad”, dijo el joven.
Unas quinientas personas, en su mayoría vecinos y trabajadores de los cortaderos de ladrillos del norte de Córdoba, donde trabajaban los jóvenes, cortaron la avenida La Voz del Interior, uno de los ingresos a la ciudad, muy cerca del aeropuerto. Fue la tercera marcha en contra del “gatillo fácil” en Córdoba desde que asumió como jefe de la fuerza Julio César Suárez.
Mientras se desarrollaba el corte, se conoció que la fiscal de Distrito 4 Turno 6, Jorgelina Gutiez, imputó al agente Lucas Chaves por “homicidio agravado por la utilización de arma de fuego y lesiones leves agravadas". El efectivo conducía el patrullero la madrugada del sábado cuando –según Peralta– se cruzó con la moto en la que iban Maxi y Weré. En el móvil también iba un sargento de apellido Leyva, conocido en el barrio como el “Malevo”. Aunque los allegados a la víctima apuntan contra él, la fiscal decidió dejarlo fuera de la causa por ahora.
Fuentes judiciales dijeron a Infojus que la medida es momentánea. En los próximos días el expediente se completará con el informe de autopsia y otras pericias. La policía sostiene que se trató de un “enfrentamiento”, aunque no aparece la supuesta pistola usada por las víctimas. “En los cortaderos de ladrillos los policías salen de cacería. Nunca dejan en paz a los chicos. Los viven deteniendo y los abusos son permanentes. Yo no sé cómo hacer para levantar a mi mujer, nosotros tenemos cuatro hijos más”, contó en la marcha Gustavo Pellico, padre de Weré. “Son una mafia. Manejan el barrio y hacen estadísticas y números deteniendo a los chicos porque si”, dijo Liliana, una vecina.
Peralta, el único testigo, recuperó su libertad anoche. Desde el sábado estuvo tras las rejas por resistencia a la autoridad. Por no frenar su moto al cruzarse con un móvil de la Policía de Córdoba que quiso controlarlo, algo tan absurdo como eso, tiene ahora un orificio de bala en su muslo derecho y un primo muerto. Por la mañana, declaró durante una hora y media ante la fiscal. Lle conté todo. Estaba tranquilo. Quisieron plantarme un pistola pero yo ni sé cómo se usan”, dijo a Infojus Noticias.
“Veníamos en la moto de comprar gaseosa y vino y nos topamos de frente con el patrullero que estaba con las luces apagadas, en calle Spilimbergo”, dijo. “El móvil se volvió y nos sacó corriendo. Nosotros ya habíamos entrado al terreno de mi abuelo cuando uno de los policías se bajó y entró a sacudir con la pistola: pum, pum, pum, muchas veces sacudió. Hasta que sentí ardor en el pie y vi a mi primo… él ya no daba más. Al ratito se murió”. Weré murió en el patio de la casa de su abuelo, en sus brazos y ante la mirada impotente de otros amigos que esperaban a que volvieran con gaseosa para el Fernet.
El uso de la fuerza letal por parte de la Policía de Córdoba ante cualquier eventualidad, es llamativo y alarmante. Chaves es el séptimo policía imputado en lo que va del año por matar con sus armas reglamentarias, en la mayoría, supuestos casos de “gatillo fácil”. Otros tantos uniformados cordobeses enfrentan cargos por lesiones graves, robos y abuso de autoridad, supuestos delitos que demuestran que, como dicen en los barrios cordobeses, “los azules están zarpados”. La única sospecha contra Weré y Maxi es haber ido en una moto, vehículo estigmatizado.
Fierro plantado
El sábado a la madrugada, Marcelo Flores terminaba de comer un asado con amigos en un taller mecánico de Boulevard Los Alemanes, cuando golpearon la puerta. Eran dos policías. El dueño del lugar atendió y volvió a la mesa. Antes de sentarse, le dijo a Marcelo: “Están locos estos canas… hicieron boleta a uno en los cortaderos de ladrillos y vienen a pedir un fierro para plantarle”. Los amigos siguieron bebiendo.
Una hora después, Flores volvió a su casa y encontró la cuadra alborotada. Nunca imaginó que esa “boleta” podía ser el sobrino de su esposa, “Weré” Pellico. El hombre contó la escena a Infojus Noticias ayer, en el velorio del chico. El mecánico cree que los implicados son los mismos policías que fueron a buscar un “fierro” al taller, ubicado a pocas cuadras de los cortaderos de ladrillos, y por eso se presentó a declarar en la Unidad Judicial de Homicidios. Incluso dice haber escuchado el apellido de uno de ellos aquella noche: “Leyva”.
El testimonio de Flores –inédito hasta ahora– es importante ya que la versión policial indica que todo sucedió tras un “intenso tiroteo”. Pero ni el arma ni las vainas del supuesto enfrentamiento aparecen en la escena del crimen. Para el comisario general Cesar Vignetta, jefe de Seguridad Capital, “eso no quiere decir nada”. Peralta fue sometido a diversas pericias, entre ellas el dermotest, para saber si disparó un arma aquella noche. “Estoy confiado. Yo nunca disparé y jamás había estado preso”, dijo el joven.
Alberto “Bocina” Pellico. el abuelo de Weré
Sin control
Hasta el sábado, Alberto “Bocina” Pellico tenía 32 nietos, uno era Weré. “Bocina” es el dueño de un cortadero de ladrillos donde trabaja toda la familia. El horno y su casa están en un campo que da a la avenida Spilimbergo, una zona muy oscura de la ciudad. Allí el viento siempre es con tierra y hay caballos, patos, chanchos, corderos y perros. Una pequeña granja en plena ciudad, cerca del aeropuerto y rodeado de calles transitadas.
Sobre la mesa del quincho de la casa, todavía estaba ayer la botella de medio litro de Fernet que comenzaron a tomar el viernes a la noche los primos Weré, Maxi, Jonathan y otros amigos. Ese día todos habían trabajado en el cortadero y a la tarde vieron el partido de Talleres. “Me pidieron el lugar para divertirse un rato –contó el abuelo – Yo le dije que sí, que mejor que estén acá y no anden en la calle donde la Policía los lleva”.
Según relata Jonathan, de 15 años, cuando la Coca se acabó, Weré y Maxi subieron a la moto y fueron por más gaseosa, hasta el quisco que está frente a la casa de Weré. Tomaron, como atajo, los senderos terrosos que cruzan los campos donde están los cortaderos de ladrillos. En el quisco Weré encontró a sus padres. Como no había Coca para el Fernet, compraron una Pritty y un vino.
“Nos dio un beso y salió. Estaba feliz -cuenta Gustavo Pellico, el padre, que no encuentra consuelo-. Al ratito me llaman diciéndome que estaba muerto”.
Para volver, los primos tomaron el mismo sendero hasta salir a la calle Spilimbergo. Por esa calle debían transitar apenas cincuenta metros, hasta la entrada al terreno de “Bocina”. Pero en el camino, se cruzaron con el móvil que, según Peralta, los esperaba con las luces apagadas.
Jonathan contó que “los quisieron parar, y por miedo ellos siguieron. Porque siempre los para la Policía y los detiene. Entonces intentaron escapar”. Ahí comenzaron los tiros. Maxi relató anoche que los uniformados se bajaron del auto y tiraron hacia dentro del terreno, sin ingresar. Una de la balas rompió la capucha de su campera. Otra dio en su pierna y otra en la nuca de Weré.
“Despertá a mi abuelo que la policía me pegó”, fue lo último que dijo Fernando y cayó junto al establo de los caballos. “Me desperté y no entendía que pasaba”, contó el abuelo. “Estaba mi nieto desangrado y los amigos lloraban arriba. Todos trabajaban conmigo, no eran delincuentes, éramos una gran familia”, explicó. La policía comunicó que dieron con el cuerpo “una hora después del tiroteo”. En ese tiempo, el mecánico Flores dice haber escuchado a los policías buscando un “fierro” para plantar.