La noche del 26 de noviembre de 2011, el sonidista Fabián Lencina pasó por la calle del barrio La Loma donde se cometieron los cuatro crímenes. Su versión es diferente a la del remisero Marcelo Tagliaferro, que llevó a Marisol Pereyra, una de las victimas, hasta ese lugar. En la audiencia hubo una sorpresa: dos testigos dijeron que Pereyra ejercía la prostitución.
La audiencia de hoy en el juicio por el cuádruple crimen de La Plata dejó dos datos salientes. Uno fue el aporte de dos testigos que dijeron que Marisol Pereyra, una de las víctimas, ejercía la prostitución. Y el otro el del sonidista Fabián Lencina, que tras un careo, ratificó que la noche de los asesinatos pasó por la calle del barrio La Loma y vio a dos personas en la puerta del PH, una versión diferente a la que relató el remisero Marcelo Tagliaferro. Por el hecho están imputados Osvaldo “Karateca” Martínez y Javier “La Hiena" Quiroga. El remisero, en su declaración, había declarado que vio a Martínez esa noche calurosa del 26 de noviembre de 2011 en el momento que dejó a su pasajera, Marisol Pereyra, en la puerta del departamento.
Los dos acusados están siendo juzgados por las muertes de Bárbara Santos, de 29 años; su madre Susana de Barttole, de 63 años; su hija, Micaela Galle, de 11; y su amiga Marisol Pereyra, de 38. Él o los asesinos las habrían matado en el departamento de la calle 28 e 41 y 42 con un palo de amasar y con el uso de varios cuchillos de cocina, según se desprende de la pesquisa. El fiscal Álvaro Garganta está convencido que, entre Martínez –expareja de Bárbara- y Quiroga –albañil que hizo trabajos en el departamento-, los únicos dos imputados del caso, existió un acuerdo para matarlas. La gran pregunta es por qué y cómo lo hicieron.
Tanto Marisa Quipildor como Rodolfo “Bocha” Valderrey, testigos de hoy, eran amigos de Susana de Barttole. Ambos dijeron conocer a Marisol Pereyra, y que no sólo era amiga de Bárbara –como lo dijeron los medios hasta aquí- sino que también mantuvo una relación estrecha con Susana. El “Bocha” reconoció que Susana “tenía deudas por todos lados” y sorprendió a más de uno cuando relató que alguien le había comentado que Marisol podría estar trabajando como prostituta. Tiempo después, fue la misma Quipildor quien lo ratificó. “Una tarde, hace algunos años, fui a tomar mates a su casa y me lo confesó. Me dijo que estaba trabajando de prostituta”, dijo ante ante el Tribunal Nº 3 integrado por los jueces Ernesto Domenech, Andrés Vitali y Santiago Paolini.
¿Qué aportaron sus testimonios? En primer lugar, un interrogante más acerca de los puntos oscuros del expediente. Así como lo fue el posible móvil económico relacionado a las numerosas deudas y a los trámites de una sucesión familiar de Susana de Bartolle, la relación de ésta con Marisol Pereyra y su visita esa noche del cuádruple crimen volvió a estar en el centro de la escena. Además, Quipildor agregó un detalle que no pasó desapercibido entre las partes: rechazó que Susana practicara la religión umbanda, pero a la pregunta de que si sabía si su amiga realizaba curaciones a cambio de dinero, contestó que sí aunque no especificó nada. “Susana usaba a la gente”, confesó.
Luego fue el turno de Carolina Colombo, otra amiga de Susana. Su declaración hizo foco en la relación de noviazgo entre Bárbara Santos y Osvaldo Martínez. Dijo que era una pareja normal y que Susana “lo quería mucho” a Martínez. Pero luego, cuando le leyeron una declaración que había hecho días después del cuádruple crimen, titubeó. En esa declaración, Colombo había dicho que Martínez era celoso y estaba encima de ella todo el tiempo. Pero preguntada por la defensa, aclaró: “Él estaba encima en el sentido que la quería, la mimaba”. Entonces, los defensores de Martínez respiraron.
En la jornada hubo dos careos. El que se realizó entre Natalia Díaz, amiga de Bárbara, y el testigo Fabián Lencina, fue el más interesante. Ambos reconocieron haber sido amantes hace "16 o 18 años", y que en esa oportunidad Lencina llevó a Díaz hasta el PH donde ocurrieron los crímenes. Pero que nunca pasó más nada entre ellos, a excepción de que Lencina contactó a Díaz y a su madre por Facebook, luego de los hechos, para decirles que “ya había aportado su granito de arena” en el esclarecimiento de los mismos.
Lencina ratificó lo que dijo hace unos días en el juicio. En aquella oportunidad dijo que esa noche se dirigía a una fiesta y pasó por el lugar. Que se perdió y quiso preguntar para orientarse, pero que presenció hechos raros y los observó. Entonces vio un automóvil Chevrolet Corsa II que estaba estacionado frente al departamento en donde sucedieron los asesinatos. Que vio a un hombre que desde el interior del auto hablaba con otra persona que estaba en la vereda. Además, dijo que escuchó el grito de una chica y que el conductor del Corsa se volteó para hablar con alguien. Y que de la mano de enfrente vi un automóvil de color negro. Había dos personas que bajaron de ese vehículo. Su testimonio no sólo contradice lo que dijo el remisero Marcelo Tagliaferro, sino que, a opinión de la defensa de Martínez, lo compromete al entender que el hombre del Corsa señalado por Lencina podría ser él. "En este juicio está en juego todo mi futuro", dijo Lencina, antes de retirarse, reiterando ante el Tribunal que sigue teniendo miedo y que no sabe "de quién se tiene que cuidar".
A 30 meses del cuádruple crimen, y con un juicio en curso, hay una sola prueba irrefutable: la del ADN de Quiroga, encontrado en el palo de amasar, objetos del departamento, los cuchillos y en las uñas de Bárbara Santos. Sobre Martínez pesa el testimonio del remisero Marcelo Tagliaferro. A un par de semanas de la sentencia, los especialistas en policiales siguen haciéndose las preguntas esenciales: ¿Por qué mataron a las cuatro mujeres? ¿El móvil fue uno sólo o fueron varios? ¿Hubo un motivo sentimental, de venganza, de robo? ¿Por qué tanta saña? ¿Fue un homicida o varios?