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A tres cuadras del río Paraguay, que subió su caudal de tres a nueve metros en el último mes, está el Centro de Acceso a la Justicia (CAJ) de Formosa capital. Por las inundaciones que afectan la zona litoraleña y noreste del país en la sede no hay descanso ni para la siesta: aunque la tradición es que todo frene de 13 a 17, a veces en el CAJ siguen completando planillas para que la ayuda a los llegue a tiempo. “Desde que empezaron las inundaciones y Presidencia anunció que se duplicarían las asignaciones, también se duplicó el trabajo. Llenar una planilla para alguien que vive en la ciudad puede parecer muy simple, pero si no sabés leer ni escribir, un trámite simple puede volverse muy complejo”, dice a Infojus Noticias Pablo Navarrete, coordinador del CAJ formoseño.

Cuando nacieron, los CAJ -que dependen del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación- se dedicaban casi exclusivamente a la mediación comunitaria en los sectores más vulnerables. En 2008 quedaron en el ámbito de la Dirección Nacional de Promoción y Fortalecimiento para el Acceso a la Justicia, hoy actual Subsecretaría de Acceso a la Justicia. Desde entonces los centros se multiplicaron. Hoy conforman una red federal de CAJ en todo el país y ampliaron el enfoque: tienen psicólogos para el abordaje de la violencia doméstica, asistentes sociales y mediadores, y asesoramiento jurídico. Y si el río crece y se inunda, el CAJ se pone las botas para lluvia y sale a la calle.

La ciudad de Clorinda es la segunda en densidad poblacional de Formosa. Cuando a mediados de junio la creciente del Paraguay llegó al territorio, seis mil personas tuvieron que dejar sus casas para instalarse en las de sus familiares, en escuelas o galpones. En el barrio El Porteño, Zunilda Insaurralde esperó arriba de la mesa de su casa hasta que la obligaron a salir porque el agua llegaría hasta el techo. Entonces lloró. Y después le retorció el cuello a sus veinte ganillas ponedoras porque en la escuela a la que la llevaban no había lugar para animales. Ya muertas, las vendió: “Las regalé casi, pero igual mi hijo vuelve todos los días a una pieza de la casa que está seca para cuidar al chancho. Él se queda a dormir allá, pero a mí me da miedo por los bichos que vienen con el agua”, contó Zunilda, que tiene casi 60 años y parió siete hijos.

En el barrio Pilcomayo, los que decidieron no dejar sus casas para cuidar a los animales hicieron casillas con las chapas cartón que se entregaron con la ayuda del Ejército. Viven al lado de la ruta, a donde los colectivos no llegan, por eso es tan importante que si existe un derecho que los beneficia, llegue hasta ellos de cualquier forma.

“Tratamos de empoderar a la gente con información para que aprenda a manejarse frente a sus trámites. La mayoría en el momento de la inundación precisa cuestiones administrativas que por ahí están fuera de nuestras manos, pero hacemos puentes con las demás instituciones”. Lo dice Silbana Báez, que se acercó junto con sus compañeros del CAJ a la zona inundada para que los vecinos completen las planillas de la ANSES necesarias para los beneficios: la duplicación por tres meses de la Asignación Universal por Hijo y Embarazo, de las asignaciones familiares, de la prestación por desempleo y del plan Progresar.

El centro de Clorinda nunca se inunda ya que está a varios kilómetros del río Paraguay. Pero en el último mes un problema con las bombas extractoras provocó que el agua llegara hasta la zona comercial. En el territorio orillero al río el desborde apareció tras la subida del caudal. Y la zona de esteros, que está protegida por una barrera de contención, se inundó también por los niveles inusuales de lluvia. La combinación de agua hizo que Clorinda sea la ciudad más afectada de Formosa.

Al costado de la ruta entre Formosa capital y Clorinda está la comunidad qom. Para Navarrete, es uno de los mayores desafíos con los que convive el CAJ a diario. “Recuerdo el caso de una familia qom como el más significativo en articulación de derechos.Ella y los hijos eran paraguayos y el marido argentino. A través del CAJ asesoramos al padre sobre cómo sus hijos podían acceder a la ciudadanía y lo contactamos con el consulado paraguayo y con Migraciones para conseguir los antecedentes penales y la partida de nacimiento de Paraguay sin costos. Era una familia totalmente desprotegida por el desconocimiento de los pasos a seguir para acceder a derechos como la Asignación Universal por Hijo”.

A cinco kilómetros del CAJ el desborde también tapó casas en los barrios 25 de Mayo, Guadalupe e Itatí. “Aprendés todos los días: no hay un manual de cómo deba funcionar el CAJ. Frente a cada caso te planteás qué recursos tiene la persona y qué redes podes formar. Porque está la necesidad de la persona y esta el derecho. Y a esa brecha vos tratas de unirla con los recursos que tengas a tu disposición. Eso sin olvidarnos del territorio donde estamos, ya que en esta provincia de frontera tenemos mucha inmigración y también comunidades de pueblos originarios a las que por supuesto hay que incluir”, dice a Infojus Noticias Ximena Miranda, que se especializa en asistencia psicológica.

Desde hace cuatro meses que Noelía, una mujer recién llegada de Paraguay, visita todos los días el CAJ. Su marido le pegaba delante de sus cinco hijos, no tenía trabajo ni cobraba ningún beneficio para afrontar su situación sola, lo que le creaba una dependencia violenta con su pareja. Miranda la conoce bien: “Noelia llegó a la consulta psicológica por violencia de género y la asesoramos sobre los derechos a los que podía acceder. En especial porque vemos que tiene ganas de progresar, ya que a ninguna persona que no quiera se la puede obligar a recibir ayuda. Ahora pasa todos los días aunque no precise algo puntual: viene a saludarnos, nos cuenta cómo anda y cómo están sus hijos. Se nota que le hace bien hablar”.

Al desborde del Paraguay se sumó el de los ríos Uruguay, Iguazú y Paraná. Por eso el Litoral y noreste argentino están en emergencia hace unas semanas. El agua volverá a sus niveles normales en Formosa recién para noviembre. Para entonces, Miranda piensa que seguirán los desafíos: “Digamos que somos ‘solucionistas’. Cuando el agua baje, aparecerán otras cosas para solucionar. La meta es cambiar el paradigma del empleado público que no se mueve de su escritorio y ser un empleado activo y que va a donde la sociedad lo necesita”.