Lo dijo Eduardo Trasante, padre de Jeremías, uno de los tres jóvenes asesinados en Villa Moreno. Esta mañana en la audiencia declararon los primeros testigos y el tribunal aceptó que se realice una inspección judicial en la canchita donde mataron a los tres militantes del Frente Darío Santillán en 2012.
Finalizada la etapa inicial, hoy declararon los primeros testigos en el juicio por el triple crimen de Rosario. “Dijeron que fue un ajuste de cuentas entre barras, que eran soldaditos de un narco. Mi hijo no era ni narco ni barrabrava”, contó Eduardo Trasante, padre de Jeremías, uno de los tres jóvenes asesinados. La masacre de Villa Moreno puso de relieve el crecimiento del narcotráfico en la ciudad y desnudó las complicidades policiales en el negocio.
Por la tarde declarará el sobreviviente de la masacre, Marcelo “Moki” Suárez. La madrugada del 1 de enero de 2012, el joven de 22 años escapó ileso de la balacera en la que murieron sus tres amigos Jeremías Trasante, Claudio “Mono” Suárez y Adrián “Patom” Rodríguez. Su testimonio permitió encarcelar al “Quemado” Sergio Rodríguez y a los miembros de su banda que hoy están sentados en el banquillo de los acusados.
La audiencia comenzó a las 9.30. Primero se resolvieron cuestiones técnicas referidas a las pruebas. El tribunal aceptó que se realice una inspección judicial en la canchita donde asesinaron a los tres militantes y que se incorporen las declaraciones que los acusados hicieron en la etapa de instrucción. Después fue el turno de los testigos. Pedro Salinas, referente del Movimiento 26 de junio, donde militaban las tres víctimas, habló del trabajo de los jóvenes en el barrio y contó cómo se enteró del triple crimen. “Me llamó Lita, la mamá del Mono, a las 6 de la mañana, me dijo que habían baleado a los pibes. Cuando llegué al hospital me anoticié de la muerte de ellos”, contó entre lágrimas. Después narró el trabajo que hicieron desde el Movimiento para desterrar la versión policial -que tomaron algunos medios- de que se había tratado de un “ajuste de cuentas”. “Las tres familias jamás pensaron en vengarse. Encontramos un camino para pedir Justicia, por eso estamos acá”, finalizó.
-A mi hijo no lo enterré, a mi hijo lo sembré: una de mis mejores semillas. En un almuerzo familiar un día se paró y dijo: “Familia Trasante, quiero decirles que voy a ser famoso. Voy a aparecer en diarios, revistas, hasta en la televisión, en la tapa del disco de cumbia que vamos a grabar en el Movimiento'”. Nosotros nos reímos. Ahora mi hijo es famoso pero no por sus logros, por su sueño alcanzado, sino por su muerte, dijo el pastor evangelista y capellán del Servicio Penitenciario Eduardo Trasante.
La madrugada del 1° de enero de 2012, Sabrina Pascucci celebraba el año nuevo con unos amigos en la vereda, en Villa Moreno. “Escuchamos unos ruidos y pensamos que eran cuetes. Después el que entonces era mi novio me dijo: 'metete adentro que son tiros'”. La mujer sintió un roce en la cara y la sangre que chorreaba por el pómulo izquierdo. El ardor era tan fuerte que le preguntó a su novio si todavía tenía el ojo.
El testigo clave
Después de casi tres años, el “Moki” Marcelo Suárez volverá a verse cara a cara con el Quemado. En la etapa de instrucción, el joven declaró que el que disparó era un hombre de unos cuarenta años. Usaba un chaleco antibalas y en una de sus manos sostenía una ametralladora. Vestía pantalón blanco y chomba verde. Con esa misma ropa se lo vio al Quemado esa madrugada en el Hospital Clemente Álvarez, minutos después de que balearan a su hijo. La escena quedó registrada en las cámaras de seguridad del hospital. Cuando le mostraron una foto del Quemado, reconoció que era la personas que fusiló a sus amigos.
Para la fiscal Nora Marull, el Quemado quiso vengar el ataque de un grupo rival a su hijo y fue a buscar al supuesto agresor, el “Negro” Ezequiel Villalba, a la canchita de fútbol de Villa Moreno. Ahí se encontró con Jeremías Trasante, de 17 años, Claudio “Mono” Suárez, de 19, y Adrián “Patom” Rodríguez, de 20, que nada tenían que ver con la disputa entre las dos bandas. Los tres jóvenes, militantes del Frente Popular Darío Santillán, fueron acribillados a balazos con una ametralladora PAM1 y cuatro pistolas 9 milímetros.
El Moki atravesó la cancha pegado al alambrado y se escondió en una zanja. Fue el único sobreviviente. El cuerpazo moreno de 120 kilos de su primo el Mono le frenó las balas. “Me lancé contra el tejido, en el pasto, y escuché otro cargador más. Habrán sido 42 o 43 tiros, todos en ráfaga, todos rápido. A mí también me disparaba, yo sentía cómo me pasaban las balas”, declaró el Moki en Tribunales.
Por la tarde declararán Lita Gómez (madre del Mono), el exjefe de Policía Néstor Arismendi y algunos vecinos que celelbraban el año nuevo junto a la canchita de fútbol. También lo hará el Negro Villalba, el joven al que supuestamente quería matar el Quemado la madrugada de año nuevo.
La banda del Quemado
Los imputados por el asesinato de los tres pibes que llegaron a juicio son cuatro: Sergio Gustavo el “Quemado” Rodríguez, 44 años; Daniel Alejandro “Teletubi” Delgado, 24; Brian Ismael “Pescadito” Sprio, 26 y Mauricio Ezequiel “Chupín” Palavecino, 25. Todos llegan a juicio con prisión preventiva.
Brian “Damiancito” Romero accedió a un juicio abreviado y fue condenado a 8 años. Estaba sospechado de esconder las armas del triple crimen. Cumple su condena en la Alcaidía Mayor de Rosario. Además, en la masacre participó un menor de edad que está imputado en una causa paralela que tramita en la Justicia de Menores.
El Quemado, Teletubi y Pescadito están acusados de ser “coautores de triple homicidio doblemente agravado por participación de un menor y la utilización de arma de fuego, en concurso real con el delito de portación ilegítima de arma de fuego” (un delito que prevé una pena de hasta 25 años de prisión); mientras que Chupín está acusado de ser “partícipe necesario” (también hasta 25 años de prisión). Según la investigación, los tres primeros fueron quienes dispararon aquella madrugada de enero mientras Chupín los esperaba al volante de una Kangoo blanca para garantizar la huida.
El juicio será intenso. Habrá audiencias todos los días y en doble turno. Se calcula un total de 20 jornadas en las que más de 80 testigos pasarán por el estrado.