Cámaras de seguridad de un hospital rosarino, mensajes de texto y pericias balísticas fueron determinantes, junto con los dichos de testigos cruciales, a la hora de condenar a quienes asesinaron a los militantes sociales Jeremìas “Jere” Trasante, Claudio “Mono” Suárez, y Adrián “Patom” Rodríguez.
Los cuatro acusados entraron esposados, con chalecos antibalas y rodeados de policías con ametralladoras y escudos. La sala de audiencias estaba repleta de periodistas, familiares y compañeros de militancia de Jeremìas “Jere” Trasante, Claudio “Mono” Suárez y Adrián “Patom” Rodrìguez los tres jóvenes asesinados el 1 de enero de 2012 en la canchita de Villa Moreno, en la zona sur de Rosario. A las 12.30 el presidente del tribunal, Gustavo Salvador, leyó las condenas: 32 años para Sergio el “Quemado” Rodríguez, 35 para Brian “Pescadito” Sprío -que se acumuló con una anterior- y 30 para Daniel “Teletubi” Delgado como coautores de triple homicidio agravado. Mauricio “Chupín” Palavecino recibió una pena de 24 años.
El Quemado fue condenado a 32 años de prisión.
"Se hizo justicia, es por luchar"
Afuera, frente a los Tribunales provinciales, estalló el festejó. Cientos de jóvenes seguían la lectura del veredicto a través de una pantalla gigante. Flameaban las banderas del Movimiento 26 de Junio, donde militaban las víctimas, y los cantos se encendieron: “Hay que saltar / hay que saltar / se hizo justicia / es por luchar”.
“Estamos más que conformes con la sentencia y con el desarrollo del juicio en general”, dijo la abogada querellante Jessica Venturi. “Se pudo acreditar no sólo el homicidio de Jere, Mono y Patom, sino también el contexto en el que está inmerso el triple crimen. Las penas tienen que ver con eso”.
A lo largo de las tres semanas que duró el juicio oral y público, unos ochenta testigos desfilaron frente al tribunal. Los fiscales Nora Marull y Luis Schiappa Pietra aportaron escuchas telefónicas, videos y pericias. En base a estos elementos, el tribunal dio por probado que en la madrugada del 1 de enero de 2012, la banda fue a la Villa Moreno para vengar un ataque sufrido por su hijo Maximiliano, alias el Quemadito. Mauricio esperó con la Kangoo blanca en marcha. Teletubi, Pescadito y otro menor siguieron al Quemado a través del baldío y entraron a la canchita por una puerta lateral. Sentados detrás de uno de los arcos no estaban los que habían baleado al Quemadito. Jere, Mono, Patom y Marcelo “Moki” Suárez tomaban una sidra y hacían tiempo antes de ir a una fiesta.
Los testigos imprescindibles
En la segunda audiencia del juicio, un testigo clave ratificó lo que ya había contado en la etapa de instrucción: que “cuatro chabones” habían entrado por el baldío y se habían detenido a unos metros de distancia.
—¿Dónde está Andrés? —preguntó uno de ellos, de chomba verde y blanca.
Moki contó que en su mano derecha sostenía una “mini metra”. Cuando vio que levantó el brazo, Moki escapó. “Corrí por el lateral y sentí muchos disparos atrás mío. Salté el alambrado y me quedé agachado. Cuando vi que no había más disparos, salí y le avisé a mi primo”.
—El que nos disparó era un hombre de 35, 45 años, gordito, petiso —dijo.
—¿Podría identificarlo en esta sala? —le preguntó la fiscal Marull.
—Sí —el joven señaló al Quemado—. Está vestido con chomba rosada.
Los abogados defensores rechazaron el reconocimiento. Dijeron que la foto del acusado ya había sido difundida en los medios. Pero para los jueces, la declaración del sobreviviente coincidía con la de otros testigos.
Verónica y Rocío, dos hermanas que viven frente a la canchita, vieron a un grupo atravesar el baldío. Pensaron que eran policías. "Eran 4 o 5, no más de eso. Estaban con linternas, como que iban a buscar a alguien. Pero en la calle estaba oscuro, no se los distinguía. Bajaron y vinieron para el lado de Presidente Quintana, del lado de la cancha. Después se escucharon varios disparos, muchos", contó Rocío.
Los jueces dieron por probado la teoría de la fiscal, que sostuvo que en realidad la banda buscaba al “Negro” Ezequiel Villalba. Era quien supuestamente había baleado al Quemadito unas horas antes. En el juicio, el Negro contó que esa madrugada estaba en su casa de Villa Moreno, a media cuadra de la canchita, cuando escuchó “50 o 60 tiros”. “Salí corriendo, porque yo tengo familia por Moreno”. En la corrida, dijo, vio a un grupo de personas que subían a una Kangoo blanca. Unos segundos después, la camioneta pasó a metros de donde él estaba. “Eran el Quemado, Teletubi, Maurico y el Jeta (el menor de edad). A Pescadito no lo vi, pero seguro que estaba porque andaba en todas con ellos”, contó. “Yo me agarré la cabeza y dije pensé: ‘no puede ser tanta impunidad, hermano’”.
La prueba de las cámaras de seguridad
La fiscal Marull mostró en el juicio las escenas registradas por las cámaras de seguridad del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez aquella madrugada de Año Nuevo, alrededor de las 3.30, es decir antes de la masacre. El Quemado estaba ahí. Minutos antes habían baleado a su hijo. Marull le preguntó al sobreviviente si reconocía en ese video a la persona que les había disparado.
—Sí, es ese que está ahí. Entre dos de amarillo que lo sostienen.
En la imagen se veía al Quemado intentando entrar a la fuerza al shockroom donde atendían a su hijo. Para la fiscal, el reconocimiento del testigo y los videos son pruebas claves. Demuestran que el Quemado fue a la canchita de Villa Moreno para vengar el ataque a su hijo, enmarcado en “la venta de drogas y la lucha por el territorio”.
Las armas hablan
Otras pruebas que tuvieron en cuenta los magistrados para vincular el ataque al Quemadito con el triple crimen fueron las pericias balísticas. En la escena donde balearon el BMW del joven, unas horas antes de la masacre, la policía levantó vainas calibre .380. Adentro del auto había un cargador nueve milímetros y una vaina del mismo calibre, disparada con una de las pistolas usadas en la masacre de Villa Moreno, lo que comprueba que el Quemadito respondió el ataque.
En la casa de Jeta, el joven de 17 años –juzgado en una causa paralela en un tribunal de menores- secuestraron otra pistola nueve milímetros usada en el triple crimen.
La ametralladora fue incautada en un operativo en el barrio Tablada. En la segunda audiencia del juicio, el fiscal Schiappa Pietra, puso el arma sobre la mesa, frente al sobreviviente.
—¿Esta es el arma que vos viste? —le preguntó.
El joven se tapó los ojos con las manos y levantó la cabeza. Mientras se secaba las lágrimas contestó:
—Sí, es esa.
Carlos Varela, abogado del Quemado, preguntó al testigo si podía agarrar el arma y explicar cómo la llevaba la persona que disparó.
—¿Querés que agarre el fierro? —gritó el Moki —ese fierro mató a mis amigos, mató a mi primo.
Las escuchas
Durante la etapa de instrucción, la fiscal Marull recolectó más de 500 cds y 340 casetes de conversaciones telefónicas y mensajes de texto entre los acusados. En una de ellas, Mauricio Palavecino discute con un grupo de personas, supuestos transas, que lo subestiman. Le dicen que es un cuidador de los bunkers del Quemado.
—Yo soy chorro, mato y trafico— les contesta Maurico.
En otra audiencia, la fiscal expuso una serie de mensajes de texto que envió la ex pareja de Teletubi. "Sol, contestá, no sabés a quién le puedo pedir el número de Fantasma y Monchi". La joven se refería al “Fantasma” Martín Paz y a Ramón Machuca, alias “Monchi Cantero”, miembros de Los Monos, la banda narco que dominaba la venta de drogas en la zona sur de Rosario. Paz, el contador de la banda, fue asesinado en septiembre de 2012. Monchi, uno de los jefes de la organización –actualmente prófugo- habría sido quien ordenó la ejecución después de una traición de su contador. Para la fiscal, estas conversaciones permiten enmarcar el crimen en la “venta de drogas, la lucha por el territorio, los bunkers y la recaudación”.